viernes, 30 de enero de 2009

VIDA Y DESTINO, DE VASILI GROSSMAN. GUERRA SIN PAZ.


Hace unos diez años me sorprendí a mí mismo un uno de enero leyendo un libro memorable: El maestro y Margarita de Mijail Bulgákov. Desde entonces he adquirido una costumbre tonta y supersticiosa: empezar cada año leyendo un libro de un escritor ruso del siglo XX (o XXI, si hay oportunidad). Esto me ha permitido descubrir a autores de la talla de Nabokov, Bábel, Solzhenisyn o Pasternak, auténticos mártires de la literatura por la época y el país en el que les tocó vivir.

Este año le ha vuelto a tocar al gran Vasili Grossman. Para entender bien la grandiosa "Vida y destino" hay que tener en cuenta sus escritos como testigo de la Segunda Guerra Mundial publicados en España bajo el título "Un escritor en guerra" por el historiador Antony Beevor. Grossman fue enviado al frente ruso como corresponsal de guerra del periódico "Estrella Roja". Como es lógico, sus crónicas debían estar repletas del heroísmo y valor de los soldados del ejército rojo bajo la guía de su comandante en jefe: el todopoderoso Stalin. La verdad de lo que veía, las miserias de la guerra, las escribía Grossman en unos cuadernos de uso personal. Esos cuadernos son los que publica Beevor. Una lectura absolutamente recomendable para quien esté interesado en asomarse a lo que significa realmente un conflicto de las características de aquel. Nuestro autor siguió al ejército desde Stalingrado hasta Berlín y fue testigo, entre otras cosas, del horror de los campos de exterminio nazis.

"Vida y destino" ha sido comparado justamente a "Guerra y paz", de Tolstoi: la gran cantidad de personajes y su humanidad, la ambición de totalidad, la precisión en las descripciones, sus disertaciones filosóficas... son coincidentes en estos dos genios de la literatura, aunque personalmente estimo "Guerra y paz" netamente superior, sin desmerecer este "Vida y destino", que me parece una novela grandiosa y escrita en unas condiciones muy difíciles. En 1960 el KGB confiscó el manuscrito antes de ser publicado y se le comunicó a su autor que la novela no podría ser publicada en doscientos años. Un plazo un tanto dilatado, incluso para una persona muy paciente. Gracias a que amigos de Grossman escondieron una copia, la novela fue publicada en Suiza en 1980 y así hemos tenido la suerte de que llegue hasta nosotros. La literatura es capaz de sobrevivir en las peores condiciones, en los regimenes más brutales. La verdad que destilan páginas como estas se acaba imponiendo a toda forma de censura.

"Vida y destino" se centra sobre todo en la batalla de Stalingrado, pero constituye un extenso fresco de la época, por lo que el lector no visita solamente la heroica ciudad, sino que se pasea por un campo de concentración alemán, un campo de trabajo soviético, las ciudades de Kazán y Moscú, la Ucrania invadida por los nazis... Sus descripciones de los distintos aspectos de la batalla de Stalingrado solo pueden ser realizadas por quien ha sido testigo directo de aquel infierno. La trama es demasiado compleja como para resumirla aquí, solo digamos que Grossman se interesa por todos los aspectos de la guerra, por los soldados del frente y por la retaguardia y sobre todo por las motivaciones y sentimientos de la gran variedad de personajes, absolutamente humanos todos ellos, por lo que nos parece que van a seguir viviendo sus vidas una vez que hemos acabado la lectura. El escritor se atreve incluso a meterse en la mente de los acérrimos enemigos, Hitler y Stalin. Una exploración profunda del alma humana, incluidas las de dos monstruos.

El retrato de la Unión Soviética es absolutamente despiadado: un poder inhumano que hace que sus ciudadanos sean siervos sumisos, circunstancia retratada magistralmente cuando hay dudas sobre la pureza de las teorías acerca de la energía atómica del físico Shtrum, uno de los protagonistas: sus compañeros y amigos dejan de hablarle y de mirarle a la cara ante lo que parece su inminente detención por los órganos del Estado. Cuando finalmente, el mismísimo Stalin, el Dios Stalin, telefonea a Shtrum para felicitarle por su trabajo, las dudas quedan resueltas. Shtrum vuelve a la vida, vuelve a ser un trabajador valioso y la actitud de sus compañeros cambia con una naturalidad pasmosa: de pronto todo son amabilidades y atenciones. El comisario comunista Krímov no tiene tanta suerte: es arrestado. Las durísimas escenas de las torturas que sufre en la Lubianka ("veladas en el caserío de la Lubianka", como las describe irónicamente Grossman) son de las páginas más conseguidas de toda la novela: el autor sabe recrear espléndidamente el clima de terror imperante en la Unión Soviética y lo que significa vivir en un régimen totalitario:

"El poder del Estado había constituido un nuevo pasado; (...) exhumaba nuevos héroes para acontecimientos ya sepultados y destituía a los verdaderos. El Estado tenía poder para recrear lo que una vez había sido, para transformar figuras de granito y bronce, para manipular discursos pronunciados hacía tiempo, para cambiar la disposición de los personajes en una fotografía." (pag. 346).

Aunque no fue directamente reprimido, Grossman sufrió interrogatorios en carne propia. Y algunos de sus amigos desaparecieron en las distintas represiones stalinistas. En diferentes momentos de la narración se trasluce la obsesión del escritor por la represión de 1937 y el eufemismo empleado en las cartas que se enviaban a las familias de muchos de los detenidos: condenado a diez años sin correspondencia. Eso quería decir que el familiar estaba muerto.

A pesar de las ilusiones de Grossman, el fin de la guerra no supuso la suavización del régimen soviético. A diferencia de los personajes de Tolstoi, los de Grossman apenas conocen la paz, solo la guerra interna desatada por Stalin en las purgas o contra los campesinos ucranianos en los años veinte y la desatada por el devastador ataque alemán. Sin embargo, en las páginas finales hay lugar para la esperanza:

"... Y aunque ninguno de ellos pueda decir qué les espera, aunque sepan que en una época tan terrible el ser humano no es ya forjador de su propia felicidad y que sólo el destino tiene el poder de indultar y castigar, de ensalzar en la gloria y hundir en la miseria, de convertir a un hombre en polvo de un campo penitenciario, sin embargo ni el destino ni la historia ni la ira del Estado ni la gloria o la infamia de la batalla tienen poder para transformar a los que llevan por nombre seres humanos. Fuera lo que fuese lo que les deparaba el futuro - la fama por su trabajo o la soledad, la miseria y la desesperación, la muerte y la ejecución -, ellos vivirán como seres humanos, y lo mismo para aquellos que ya han muerto; y sólo en eso consiste la victoria amarga y eterna del hombre sobre las fuerzas grandisosas e inhumanas que hubo y habrá en el mundo." (pag. 1093).

El ser humano finalmente alzándose sobre el Estado, sobre la represión. El propio Vasili Grossman probó que se puede ser un escritor libre en las peores circunstancias, que la escritura libera y proclama verdades que a veces es imposible expresar en la vida real. Solo por transmitirnos esa valentía y esa existencia ejemplar y luminosa entre la niebla del grisáceo Estado soviético debemos estarle agradecido. Una lectura imprescindible.

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