Resulta curioso - e innecesario, creo, en este caso - que El prodigio comience mostrándonos cómo su primera secuencia está rodada en un estudio. Al igual que sucedía al principio de cada capítulo de la serie Secretos de un matrimonio, parece que se nos quiere recordar que lo que vemos es ficción y solo ficción. En cualquier caso y salvado este detalle, la película de Sebastián Lelio resulta una propuesta muy sugerente que nos lleva a mitad del siglo XIX, a la muy católica Irlanda, donde una enfermera es contratada para investigar el caso de una niña que lleva, supuestamente, cuatro meses sin ingerir alimento alguno sin consecuencias visibles en su salud. Para realizar su labor de vigilancia la protagonista se irá turnando con una monja. El clima en el que se desarrolla la narración es lo más logrado de la cinta, hasta el punto de que podría dudarse de si nos encontramos ante la contemplación de un milagro o no. Otro de los aspectos interesantes es el retrato de un fanatismo religioso que lleva a una familia muy humilde a exhibir a la niña como si de un fenómeno de feria se tratara ante diferentes visitantes. Lo cierto es que dicha familia se la juega, porque si se desvelara que todo es un fraude serían expulsados de la comunidad. Poco a poco, cuando conocemos un poco más de las circunstancias de la familia, el drama va ganando terreno al suspense. Mucha de la responsabilidad de que la película sea una obra notable y sugerente la tiene la sólida actuación de Florence Pugh, en un papel nada fácil de interpretar.
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