Las manos de Orlac se basa en un cuento de Maurice Renard, un escritor francés que combinó en su narración su admiración por la literatura fantástica con las terribles experiencias vividas en la Primera Guerra Mundial para contar la historia de un pianista que pierde las manos en un accidente y le son sustituidas por las de un asesino. Este arranque le sirve a Wiene para realizar un filme puramente expresionista en el que el trabajo de su protagonista, Conrad Veidt, es fundamental para trasladar un ambiente onírico - o más bien de pesadilla - al espectador. En cualquier caso, resulta curioso que al final la película intente dar una explicación racional a toda la trama. Quizá este sea el gran error de una obra que, a pesar de su larga duración y su ritmo irregular, mantiene un misterio durante la mayor parte de su metraje al que hubiera hecho mejor justicia una conclusión más ambigua. Las manos de Orlac queda a la sombra de la gran obra del autor, El gabinete del doctor Caligari, pero los suficientes rasgos de personalidad siniestra, toques de psicoánalisis y escenas resueltas de manera muy satisfactoria (como la del accidente) como para tener entidad propia.
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