Lo mejor es acercarse a esta película con la mirada de la nostalgia, de esos sábados por la tarde en los que Televisión Española programaba películas de piratas de esta índole, aventuras sin más pretensiones que hacer pasar un buen rato al espectador. Lo único malo es que, vista hoy, la suspensión de la incredulidad a la que hay que someterse para disfrutarla se ha vuelto demasiado alta. El temible burlón se beneficia del extraordinario y vigoroso trabajo de Burt Lancaster pero su guion se va volviendo más y más infantil hasta el punto de que gana la batalla gracias a los apresurados ingenios de un inventor muy adelantado a su tiempo. La película es una comedia de aventuras hasta sus últimas consecuencias, que no teme reírse de sí misma, cuyo punto más fuerte está en los efectos especiales o, más bien, en la ausencia de éstos, ya que son las acrobacias de Lancaster y su inseparable Nick Cravat, antiguos artistas de circo, las que consiguen las escenas más memorables de la cinta.
P: 6
No hay comentarios:
Publicar un comentario