Existe una literatura oficial. La que vemos, los que visitamos librerías habitualmente, en las mesas de novedades, de la que leemos reseñas en los periódicos y en los suplementos culturales. Y existe una literatura oculta, de difícil acceso, llevada a cabo por auténticos amantes de la escritura, que no esperan fama ni reconocimiento, sino solo calmar su necesidad de plasmar sus experiencias, ya sean reales o imaginadas, sobre la hoja en blanco.
En uno de los últimos relatos del libro, Victoria Heitzmann habla de elecciones vitales. Se puede elegir pasar por la vida como alguien eminentemente sedentario (lo que hace la mayoría), que se conforma con el hábitat que le ha correspondido y no se interesa demasiado por lo que sucede en otros lugares. O se puede elegir ser un caminante, alguien que pasea incansable por todo el mundo, acumulando experiencias, visitando lugares que no suelen pisar los turistas, lo propio de "personas con muchas ganas de leer, escribir, estar tranquilos; viajeros con tiempo, viajeros de meses, de años". Una vida envidiable, repleta de fatigas e incomodidades que se compensan sobradamente a base de paisajes y experiencias únicas. Los libros pueden otorgar conocimientos, pero si se complementan con abundantes viajes, estos otorgan perspectivas insospechadas, por ejemplo a la hora de escribir impresiones sinceras acerca del movimiento bolivariano:
"El movimiento bolivariano parece adolecer de una base intelectual y cultural. Hay relaciones con la religión, con la sexualidad que rebajan su tono revolucionario, el proyecto de una ley contra la difusión de la homosexualidad o la pornografía, por ejemplo. De nuevo la falta de presencia de la individualidad: la masa de personas que viven en la pobreza, los jóvenes idealistas tanto política como religiosamente... La tradición religiosa y social propia de de esa masa no es fácil que permita una reivindicación posterior de las libertades individuales. ¿Y la utilización de la palabra diginidad? ¿La dignidad siempre reñida con la libertad personal? La dignidad no está reñida con la pobreza. Pero no hay dignidad sin libertad personal."
Una de las recompensas más gozosas que obtendrá quien se acerque a Caminando será comprobar que su autora intercala historias de pura ficción (siempre inspiradas por sus viajes) con sus auténticas experiencias. La prosa de Victoria es limpia y depurada, de muy grata lectura, con unas estupendas descripciones de paisajes y lugares (por mucho que ella estime lo contrario) y muy evocadora de momentos irrepetibles que se logran transmitir plenamente al lector. El libro merece ser leído y difundido, porque no solo se trata de literatura, sino de una filosofía vital muy especial:
"No desearía vivir el presente como un segmento de tiempo, sino anularlo como se anula el pasado y el futuro. El tiempo soy yo y yo soy indivisible y yo soy la que pasa. Y ese pasar yo, mi tiempo, me da más libertad, me libera de lo que no me concierne, de lo que no soy yo incluso cuando tengo que mirar un reloj para coger un autobús o para ir a trabajar."
Solo me queda agradecer profundamente el regalo que me hizo Victoria cuando me entregó personalmente este libro, en una visita en la que al fin la pude conocer en persona. Un volumen precioso por fuera y por dentro. También merece mucho la pena acercarse a su blog:
http://victoria-heitzmann.blogspot.com.es/
¡Ostras! Esto si que no me lo esperaba.Muchas gracias, Miguel Ángel. Me has subido los colores como me sucedía cuando era adolescente. Me siento honrada por tus palabras, por aparecer en tu blog y por haberme dedicado tu tiempo. Me encanta lo que has escrito. Un abrazo
ResponderEliminarGracias a ti, Victoria, por hacerme este regalo y hacerme disfrutar durante los días en que he leído tu libro. Muy buena prosa y lejanos y verosímiles escenarios ¿qué más se puede pedir? Besos.
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