domingo, 1 de marzo de 2015

EL FRANCOTIRADOR (2014), DE CLINT EASTWOOD. EL AMERICANO IMPASIBLE.


A veces me pregunto cómo es posible que la humanidad todavía no haya aprendido, que todavía se recurra a un método tan salvaje como la guerra para solventar los inevitables conflictos de intereses entre países, grupos o etnias. Aunque a veces la apuesta sale muy bien para una de las dos partes, es usual que las cosas no transcurran según los planes previstos por parte del agresor y que lo que se esperaba resolver en pocas semanas se eternice y se convierta en una pesadilla irresoluble. Le sucedió a Napoleón en España, a los alemanes en Francia en la Primera Guerra Mundial, en Rusia en la Segunda y a los americanos en Vietnam. En todo caso, el Clint Eastwood cree tener la respuesta en una entrevista que ofrece la revista Dirigido de febrero de este año:

"(...) creo que la guerra está en nuestro ADN. Una de las cosas que Estados Unidos ha estado haciendo en todos estos años es tratar de introducir la democracia en muchos países del mundo, y la realidad es que no la quieren. Por eso es una buena pregunta cómo se termina y si se termina. Los filósofos siempre han dicho que el fin de la guerra llegará cuando la humanidad recupere la razón, pero eso puede no ocurrir nunca. Pero es un tema sobre el que no vale la pena debatir demasiado, porque la realidad es que la guerra existe, es parte de la vida."

La Guerra de Irak (o cabría decir, la segunda Guerra de Irak en este caso) surgió de unas circunstancias tan especiales como inesperadas. Los ataques del 11 de septiembre, sangrientos y dolorosos, desataron una fiebre de venganza en toda la nación norteamericana, que el presidente George Bush no hizo sino alentar desde su estrado. Por eso no le fue difícil convencer a sus compatriotas (con el resto del mundo no lo consiguió), de que el gobierno iraquí estaba detrás de los atentados. Obviando a la ONU, a las masivas manifestaciones en contra celebradas en cientos de ciudades del mundo y a la más elemental prudencia, Estados Unidos se embarcó en un conflicto que, una década después, ofrece un saldo lamentable: cientos de miles de muertos y de heridos, ciudades arrasadas, una retirada del ejército estadounidense por la puerta de atrás y establecimiento, en una buena franja del país, del llamado Estado Islámico, que cada día ofrece material audivisual a los telediarios del mundo entero con la perpetración de una nueva barbaridad. La última, la destrucción de estatuas asirias y sumerias de milenios de antigüedad.

Todo esto nos pone en antecedentes respecto a la historia que se cuenta en El francotirador. Chris Kyle se hizo famoso en Irak por ser el tirador con más muertes confirmadas en su haber en la historia del ejército estadounidense, unas ciento sesenta. Poco antes de su absurda muerte publicó unas memorias en las que ofrecía una visión de sus experiencias en el conflicto. En el film Kyle aparece - supongo que será un retrato fidedigno - como un joven afectado por los atentados de las embajadas africanas y de las torres gemelas, decidido a vengar a su país a cualquier precio. En ningún momento es capaz de plantearse que no es más que un peón para que unos cuantos contratistas militares, amparados por los criminales Bush y Rumsfeld, ganen cantidades obscenas de dinero a costa de la muerte de mucha gente. Su única perspectiva es la de su deber inmediato, la de proteger a sus compañeros, matando a cualquiera que los ponga en peligro: Kyle está convencido de que está realizando un servicio imprescindible para la seguridad de su país, que la gente a la que combate en Irak está deseando desembarcar en su país para atentar contra su gente y parece no darse cuenta, de que no está dejando otra alternativa a toda esa gente a la que se le bombardea sus casas que la de radicalizarse y unirse a alguno de los grupos de resistencia.

Pero lo que a Eastwood le interesa más mostrar son las contradicciones de la vida de Kyle mientras sirvió en Irak: lo rutinario de su trabajo, aburrido casi todo el tiempo, hasta que comenzaba la batalla y, sobre todo, su difícil regreso a la rutina del hogar, junto a una mujer y a unos hijos con los que no había convivido lo suficiente, que para él tenían mucho de extraños, ya que, en el fondo, sus auténticos intereses (y por eso es llamado héroe) estaban en el frente, protegiendo a sus compañeros de un enemigo casi siempre invisible. El conflicto con su famila está cinematográficamente bien resuelto, pero de manera un tanto rutinaria para el espectador, al que los problemas de adaptación del protagonista nunca suscitan auténtico interés. Para él parece más difícil sostener a su hijo en sus brazos mientras intenta mantener una conversación con su mujer que disparar desde una azotea en medio de una batalla.

El punto fuerte de El francotirador está en sus escenas bélicas, en las que apreciamos al mejor Eastwood recuperando su pulso, sabiendo cómo crear tensión en las mismas. Lástima que queden un poco descompensadas respecto al resto del metraje, bien intencionado, pero fundamentalmente vacío de contenido. Quizá sería una buena idea, como ya sucedió con la batalla de Iwo Jima, ofrecer una segunda película rodada desde el punto de vista del francotirador del otro bando, que seguramente a su vez sería un héroe para los suyos. Eso conseguiría una perspectiva mucho más completa de un conflicto tan complejo que, una década después, aún sigue siendo un semillero de lo peor del ser humano.

3 comentarios:

  1. "Los filósofos siempre han dicho que el fin de la guerra llegará cuando la humanidad recupere la razón, pero eso puede no ocurrir nunca."

    Lo que no creo que haya ocurrido nunca es que un filósofo haya dicho que la "humanidad tiene que recuperar la razón", porque la razón es un invento moderno y por lo tanto no puede recuperarse lo que nunca se ha tenido. Es más que probable que la guerra, en eso si tiene razón Clint, esté en nuestro ADN (sesgo intragrupo/extragrupo). Claro que en nuestro ADN también está la violencia sexual, el autoritarismo, la creencia en seres sobrenaturales y otras muchas cosas... de las que pensamos que podríamos librarnos con el tiempo (evolución cultural...)

    Como la peli no la he visto (ya la veré cuando la echen por la tele dentro de un par de años) no puedo juzgar, pero Clint es un guerrero y, bueno, tiene su público...

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    1. Que la guerra está en nuestro ADN pues es la primera noticia que tengo.Otra cosa es el impulso de agresión cuando se siente una amenaza,como la pérdida de territorialidad.Y en cuanto a la razón, los filósofos llevan hablando de ella desde la antiguedad,nos podemos remontar a Platón,otra cosa es que no se utilice o que se atrofie por falta de uso.

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  2. Ya veremos si conseguimos algún día un mundo sin guerras. Bien es cierto que la violencia general ha disminuido, que existe una institución relevante, como la ONU (aunque no tanto como debería serlo) y que la razón ha progresado mucho en los últimos siglos, pero cuando uno ve las imágenes de lo que está sucediendo en Mosul y alrededores, no puede evitar ponerlo todo en cuestión.

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