Hay películas de las que es difícil hablar sin desvelar aspectos esenciales de la trama. Aunque yo voy a procurar no hacerlo, ruego encarecidamente al lector que no se haya acercado todavía a esta obra de Tornatore que se abstenga con este artículo hasta que no la haya visto. Porque si por algo destaca La mejor oferta es por su capacidad de crear suspense, lo cual deriva en un desmesurado interés del espectador por el destino de su singular protagonista.
Virgil Oldman es un experto en arte muy apreciado por los coleccionistas, que dedica buena parte de su tiempo a evaluar, tasar y hallar joyas escondidas en los domicilios de sus clientes. Si por algo se caracteriza Oldman es por sus excentricidades: se trata de un individuo solitario, que rehuye en lo posible los contactos sociales, limitándolos a lo meramente profesional. Solo cuenta con un amigo, con el que mantiene un acuerdo para conseguir obras de arte (en las subastas de las que él mismo es agente) de manera ilegal. Esta es la razón de vivir de Oldman: ampliar su colección de lienzos de hermosas mujeres. En su propia casa, escondido, posee una habitación repleta de cuadros, que es su sancta sanctorum, el único lugar donde puede relajarse mientras se abstrae en la contemplación de la belleza absoluta, una belleza que cree que solo puede expresarse a través del arte y que solo unos cuantos elegidos pueden disfrutar plenamente.
Quizá el plan de Oldman (adviértase que el apellido define al hombre) era seguir así en los años de senectud, hasta la muerte. Relacionándose con el mundo a través de sus omnipresentes guantes y su actitud prepotente. Pero he aquí que un hecho inesperado va a trastocar su vida: el descubrimiento de que el amor físico y carnal también es posible y su objeto puede poseer las mismas perfecciones que las mujeres eternas de sus cuadros. Así, su vida solitaria en la que todo está controlado se transforma de súbito en una montaña rusa de emociones, quizá intuidas, pero seguramente desconocidas con esa intensidad. Y toda historia de amor es una apuesta, sobre todo para un hombre maduro que ama con la inexperiencia de un adolescente. Durante semanas Oldman va a sentirse como un nuevo Pigmalión, dando forma a la mujer perfecta...
Se ha comparado el planteamiento de Tornatore en La mejor oferta con el cine de Hitchcock y es verdad que tiene muchos puntos en común, con la salvedad de que el italiano enseña sus cartas quizá demasiado pronto y no es capaz de hilar un discurso fílmico tan bien estructurado como el cineasta británico. Porque el espectador, que asiste al espectáculo con interés, también advierte algunos artefactos narrativos no del todo creíbles, sobre todo en el último tramo de la cinta, donde se desvelan todos los misterios. Para hacerme una idea completa del verdadero valor cinematográfico de La mejor oferta, tendría que verla de nuevo, conociendo esta vez su desenlace, para ver si mantiene el interés a otros niveles, más allá del suspense, quizá como reflexión sobre la verdadera naturaleza del mundo del arte, un universo que rinde culto a la belleza, pero en el que la corrupción y el engaño se mueven con mucha comodidad.
Buen comentario.
ResponderEliminarAquí pongo el link de la serie de fotos del gran historiador del arte y erudito sir Anthony Blunt, notorio espía soviético. Su imagen me recordó mucho a la del personaje que interpreta Geoffrey Rush en la peli.
http://www.google.com.tw/search?biw=1016&bih=472&tbm=isch&sa=1&q=Anthony_Blunt&oq=Anthony_Blunt&gs_l=img.3...0.0.0.331360.0.0.0.0.0.0.0.0..0.0.msedr...0...1c..61.img..0.0.0.APTWWpbICHM