viernes, 2 de marzo de 2012

ANNIE HALL (1977), DE WOODY ALLEN. EL AMOR DEL NEURÓTICO.

El domingo pasado hizo en Granada un día espléndido. Desde las calles de la ciudad se veía el blanco purísimo de Sierra Nevada contrastando con el azul del cielo. Al visitante le recibían carteles de Marlon Brando ataviado de Marco Antonio. Se celebraba el Festival de Cine Retro Back, una fiesta para los amantes del cine clásico. Desde hace una década, en la que todos tenemos reproductores de dvds y blue rays en nuestras casas, ver buen cine en versión original ha dejado de ser, por fortuna, la difícil tarea que era antes y uno puede organizarse gozosamente sus propios ciclos y poner las películas cuando le apetece, sin tener que someterse a los imposibles horarios (y a las inteminables pausas publicitarias) con las que nos torturaban las televisiones. Pero cuando existe la posibilidad de acudir al cine a ver un buen clásico, es difícil resistirse. La sala sigue teniendo su antigua magia y sentirse rodeado de seres que aman lo mismo que tú resulta especial. Y he de decir que la sala estaba llena. Me imagino que pasaría lo mismo con el resto de la magnífica programación.

Vista hoy "Annie Hall", reconocida universalmente como una de las mejores películas de Woody Allen, ha envejecido mal, parece pertenecer a otro mundo que ya nos es ajeno. Al contrario que "Manhattan", que sigue maravillándome cada vez que la reviso. Creo que sé lo que sucede: los mejores momentos de "Annie Hall" han sido reproducidos una y otra vez por la televisión que todo suena a visto mil veces. En todo caso, sigue siendo una gran película, con secuencias sumamente originales, como cuando su protagonista se dirige directamente al espectador, para hacerlo su cómplice o esos saltos temporales, que sirven para confirmar que, aunque imperfecta, la relación con Annie resulta ser para Alvy Singer el mejor de los mundos posibles. No me hagan mucho caso con eso que he dicho de que ha envejecido mal. Si la reponen en los cines de su ciudad, corran a verla y vuelvan por un rato a los años setenta, a ese Nueva York bullente de vida que tantas veces ha retratado Woody Allen. Qué bien contemplar en la pantalla los avatares de un ser humano que no trata de ocultar sus inseguridades y defectos, sino que los usa para reírse de sí mismo. Cuantas maneras existen de encarar la existencia...

2 comentarios:

  1. La tendré que ver de nuevo. La vi cuando la estrenaron y no recuerdo mucho porque estaba en medio de una bronca con mi chico :) Tiene gracia la relación que tienen a veces las películas que has visto y los libros que has leído con tu vida cotidiana, permanecen unidos para siempre.

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  2. Bueno, la situación en la que estabas, por un lado no era la más idónea para ver una película, pero por otro, te podía hacer entender algunos elementos de la misma en cuanto habla de relaciones de pareja...

    Saludos.

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