Empecé esta novela con toda ilusión, por la garantía que le confería el haber sido seleccionada por una editorial tan exquisita como Impedimenta. El argumento es sencillo: a finales de los años cincuenta, una mujer madura decide abrir una librería en un pequeño pueblecito de la costa inglesa. Como es de esperar, esta decisión desatará toda clase de habladurías y comentarios en el microcosmos de un lugar bastante aislado del resto del país, donde cualquier acción banal que en una gran ciudad ni sería tenida en cuenta, adquiere aquí significados insospechados. Quizá por los habitantes de Suffolk se aburren demasiado.
Realmente la trama es débil, pues más allá de la presunta novedad de la apertura del establecimiento y las envidias, enemistades y apoyos que rodean a Florence Green, la historia no da mucho más de sí. Es un error no haber desarrollado mejor las circunstancias que rodean la llegada de una novela como "Lolita" de Nabokov al pueblo y las consecuencias que produce. Pero aún en este particular, la trama se diluye y se debilita hasta quedar en nada.
Eso sí, rescato una frase muy inspirada, acerca de nuestros amigos los libros:
"Un buen libro es la preciosa savia del alma de un maestro, embalsamada y atesorada intencionadamente para una vida más allá de la vida y, como tal, no hay duda de que debe ser un artículo de primera necesidad."
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