miércoles, 7 de marzo de 2012

PATRIA (1992), DE ROBERT HARRIS. LOS DEMONIOS DE BERLÍN.


Empecé a leer esta novela con algunas prevenciones, pues pertenece a la categoría de los llamados "best sellers". Esto no tiene por qué significar nada malo en sí mismo. Libros de Vargas Llosa, Javier Marías o Muñoz Molina engrosan habitualmente las listas de los más vendidos y se distinguen a la vez por su calidad.

"Patria" es ante todo una ucronía inteligentemente planteada. Nos encontramos en el año 1964 y Alemania ha ganado la Segunda Guerra Mundial. Su imperio se extiende hasta los Urales, donde todavía luchan con lo que queda del ejército soviético, que recibe ayuda estadounidense. Con Estados Unidos se mantiene una especie de guerra fría a través de la disuasión nuclear. Hitler está a punto de celebrar su setenta y cinco cumpleaños y en Berlín se preparan grandes fastos. Además, se espera una visita del presidente Kennedy (Joseph, el padre de John), para escenificar una nuevo clima de distensión entre los dos países.

El protagonista es Xavier March, investigador de la Kriminalpolizei de Berlín, que va a encontrarse con un caso en el que hay implicados intereses a muy alto nivel: se trata nada menos que de documentos que probarían que el Holocausto judío no es una leyenda, sino un hecho histórico que silenciaron los participantes en la famosa Conferencia de Wannsee. Por la novela desfilan una serie de personajes históricos endiosados por una victoria nazi que ha creado una utopía siniestra.

Aunque no está escrita con un alto estilo literario, la novela funciona perfectamente como una intriga que mantiene en todo momento el interés del lector. Pero para mí, como aficionado a todo lo que tenga que ver con la Segunda Guerra Mundial, el morbo estaba en las descripciones de una sociedad nacida de la victoria del nacionalsocialismo. Se trata de un Estado policial cerrado sobre sí misma, asfixiante, donde el miedo y las delaciones se encuentran a la orden del día. En la utopía nazi conviene que la guerra continúe, que exista un enemigo contra el que se dirijan las fuerzas de la nación y que la alerta contra los terroristas sea constante, como excusa para ahogar la libertad de los ciudadanos. Aún así, el espíritu de los sesenta ha anidado en algunos jóvenes ciudadanos que pertenecen a la Rosa Blanca, aunque sus acciones subversivas no puedan ir más allá de alguna pintada contra el régimen. En realidad, Harris nos describe una sociedad fracasada, sin iniciativa, en la que la soñada colonización del Este está siendo un desastre.

Mención aparte merecen las descripciones del Berlín soñado por Speer y Hitler, una ciudad de arquitecturas monstruosas a la par que fascinantes. Hitler era un apasionado del arte y de la arquitectura y la victoria le da vía libre para edificar lo que ya había planificado en maquetas en nuestra realidad: inmensas avenidas, arcos del triunfo y templos dedicados a enaltecer al Führer. Un imperio con una capital grandiosa, unido por una red de autovías que facilitan el sueño de una Unión Europea impuesta por Alemania. Quizá los alemanes han acabado consiguiendo lo mismo pero por otros medios...

2 comentarios:

  1. Hay todo un subgénero de ucronías sobre la segunda guerra mundial. "Patria" es una buena novela de intriga y acción, muy bien documentada, pero sin duda la de mayor nivel literario es "La conjura contra América" de Philip Roth. Recientemente ha salido "El Reich africano"y hasta hace no mucho,la más célebre era "El hombre en el castillo" de Philp K Dick.

    Con todo, el género no está agotado e incluso parece que no se le da la importancia que se le debe, sobre todo cuando los historiadores siguen con la mala costumbre de querer explicar los sucesos de la segunda guerra mundial desde el punto de vista del determinismo, es decir, que el resultado del conflicto fue una consecuencia necesaria de la naturaleza del nazismo (su ineficiencia económica, su brutalidad, su política exterior basada en la fuerza). De ahí que hoy tengamos una idea de la realidad histórica un poco en plan western, de forma que todo conflicto acaba con la justiciera muerte del malo atrapado en su bunker subterráneo en Berlin. Harían falta unas cuantas ucronías más para que nos demos cuenta de que el resultado de la guerra se basó en la pura casualidad y que si hay un determinismo que tal vez lleve a la sociedad a una conclusión benigna, no tiene que ver directamente con los conflictos bélicos.

    Hasta ahora, ninguna ucronía de la segunda guerra mundial calibra verdaderamente el impacto que en la cultura humana hubiera tenido el éxito de un régimen como el de la Alemania nazi. La fascinación que sigue despertando este particular tipo de tiranía es síntoma de que, en buena parte por la interpretación errónea que se hace del resultado del conflicto, aún no hemos asumido el atractivo que supone la violencia.

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  2. Como siempre, acertadísima tu colaboración, Francisco. "El hombre en el castillo" la leí hace años y me resultó decepcionante. Espero leer este mismo año la de Philip Roth.

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