La poesía siempre ha sido mi gran asignatura pendiente. He leído a muy pocos autores: Lorca, Neruda, Bécquer, Manrique... pero nunca con la atención que requiere este género literario. Con el paso de los años mi velocidad de lectura no ha hecho sino aumentar y un poema requiere una lectura reposada y muy reflexiva. Este año me he propuesto ir penetrando en este mundo y en cierto sentido me siento como cuando descubría la literatura: voy a las bibliotecas, miro los libros disponibles en la sección de poesía y voy planificando los que iré sacando. Pero tenía claro que quería comenzar con Antonio Machado, del que ya conocía algunos de sus versos, pero del que me interesaba indagar en toda su trayectoria poética.
A veces Machado nos habla como si de un hermano mayor se tratara y es capaz de hacernos mirar el mundo con nuevos ojos: la realidad pasada por el tamiz del poeta fijándose en cada detalle y maravillándonos con el milagro de la vida. Es bastante coherente con su carácter introvertido que el poeta prefiera vivir en el campo.
A continuación escribo algunos de los versos que más me han gustado. Los primeros describen una plaza y una iglesia con sencillez de palabras, pero con un fondo de profundidad casi metafísica:
Crece en la plaza en sombra
el musgo, y en la piedra vieja y santa
de la iglesia. En el atrio hay un mendigo...
Más vieja que la iglesia tiene el alma.
Estos me recuerdan mis propias experiencias en las interminables tardes de colegio. Para Machado la infancia no tenía por qué ser un paraíso perdido idealizado:
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. (...)
Aquí se describe magistralmente el sentimiento de angustia que a veces embarga a todo ser humano, sin necesidad que que existan razones para ello:
Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada como el alma mía;
y esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando digo:
- Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
Un grito desesperado contra un destino cruel:
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.
Una muy ingeniosa, una descripción del espíritu de nuestro tiempo:
La envidia de la virtud
hizo a Caín criminal.
¡Gloria a Caín! Hoy el vicio
es lo que se envidia más.
Otra acerca de la lucha interna del poeta contra sí mismo:
No extrañéis, dulces amigos,
que esté mi frente arrugada,
yo vivo en paz con los hombres
y en guerra con mis entrañas.
La mejor descripción de estas tierras andaluzas que tan bien conozco y que recorro habitualmente:
Campo, campo, campo.
Entre los olivos,
los cortijos blancos.
Una pequeña evocación de mi ciudad:
Junto al agua negra.
Olor de mar y jazmines.
Noche malagueña.
Uno de sus proverbios filosóficos:
El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve
Y la última frase que dejó poco antes de morir tras pasar la frontera con la derrotada población republicana:
Estos días azules y este sol de la infancia.
De esta experiencia literaria destaco la desnudez del alma de un hombre excepcional, amante de la vida sencilla, admirador de la sabiduría del pueblo que a la vez se lamenta de su ignorancia. Un poeta al que, como a su admirado Unamuno, le dolía España y una de las dos Españas le acabó desgarrando el corazón.
La poesía de ANTONIO MACHADO irá calando las edades, los siglos.Cada niño que le descubra volverá a sentir una a una de sus palabras como gotas de agua recien nacidas,capaces de contener al mismo Universo en su transparencia.
ResponderEliminarCordiales saludos.