miércoles, 19 de octubre de 2011
ROSETTA (2005), DE BARBARA EWING. EL EMBRIÓN DE LA EGIPTOLOGÍA.
La literatura y la historia son dos de mis grandes pasiones, por eso me resulta extraño hasta a mí que no sea demasiado aficionado a la novela histórica. Quizá porque entre la inmensa oferta literaria existente hay otras opciones que me llaman más la atención. Lo cierto es que cuando quiero leer historia suelo acudir al género ensayístico, teniendo especial debilidad por los historiadores británicos.
Digo esto, porque cuando me llegó por correo este novelón de seiscientas páginas de la desconocida Barbara Ewing me eché a temblar, ya que tenía la obligación de leerlo. La portada no presagiaba nada bueno, pues tenía toda la pinta de ser una novela histórica de vertiente romántica. La leí este verano, pues los calores estivales son muy apropiados para leer acerca de Egipto. Y lo cierto es que me llevé una sorpresa.
"Rosetta" no es una obra maestra literaria, ni pretende serlo. Sus pretensiones son mucho más modestas, pero las cumple sobradamente. En primer lugar Ewing realiza un retrato de época muy acertado y documentado. Nos encontramos a principios del siglo XIX, en los albores del enfrentamiento entre Francia e Inglaterra. Rosetta, la inglesa protagonista, fue bautizada con ese nombre porque su padre pasó una vez por esa ciudad egipcia. Estas circunstancias producen fascinación en Rosetta y durante toda la novela se mostrará como una mujer de infatigable curiosidad respecto a la egiptología, ciencia de la que en aquellos momentos se disponía de escasos conocimientos.
El descubrimiento casual de la piedra de Rosetta, realizado por el ejército de Napoleón va a cambiar todo esto. La piedra de Rosetta, que al parecer formaba parte de un muro de una casa de lugareños va a ser la clave para descifrar los jeroglíficos que se encuentran diseminados por todo el país. Tiene gracia el extraordinario entusiasmo con el que fue recibida esa posibilidad, tanto que se pensaba que los escritos del tiempo de los faraones iban a responder a las preguntas fundamentales de la vida. En realidad más bien ofrecían otro tipo de información que permitía reconstruir la historia de una civilización que duró milenios y de la que todavía desconocemos muchos detalles. Cuando Napoleón estuvo por allí con su ejército, las antigüedades arqueológicas estaban en todas partes y un occidental avispado podía recorrer el país prácticamente recolectando lo que iba encontrando por el camino. Claro que viajar por el Egipto de aquella época era una misión arriesgada...
A principios del siglo XIX la sociedad inglesa era tan machista como todos nos podemos imaginar. Durante toda la novela veremos actuar a hombres que utilizan a la mujer a su entera conveniencia. Ejemplo de ello es la amiga de Rosetta, que se casa con un encantador clérigo que resulta ser un hombre tiránico y brutal en la cama. Como casi todos. Las clases dominantes británicas son presentadas como un conjunto de hipócritas y chupasangres. corrompidos hasta la médula, sin excluir a la realeza. No es complaciente la novela en asuntos amorosos con sus protagonistas, en una época en que el romanticismo podía aparecer en las novelas, pero raramente en la vida real.
Las mejores páginas de "Rosetta" se encuentran casi al final del libro, cuando la protagonista emprende su soñado viaje a Egipto, aunque lo realiza en unas circunstancias muy difíciles, que le hacen ver que su paraíso soñado de los faraones es en realidad un país sucio, ignorante, violento y peligroso, aunque fascinante, pues las huellas de la antigua civilización siguen allí. Una novela bien escrita, que se digiere bien, a pesar de su extensión y que deja al lector con ganas de ampliar sus conocimientos sobre Egipto.
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