lunes, 3 de octubre de 2011
NO HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS (2011), DE ENRIQUE URBIZU. SANTOS EL SUCIO.
El oficio cinematográfico de policía suele venir representado por personajes amargados, con vidas al límite. Si un policía es feliz, si tiene una familia, ya vendrán las circunstancias del trabajo a destrozarla, a hacer de él un ser solitario e irredento. Es decir, que para el cine, la tarea policial se cobra un alto precio en quienes la desarrollan. Pero es el espectador el que sale ganando.
Santos Trinidad se gana por derecho propio con esta película un puesto entre servidores de la ley que serán más recordados. Quizá Harry el sucio sea el más icónico de todos ellos, ese policía de San Francisco que odiaba el crimen y detestaba al delincuente, pero sobre todo echaba pestes del sistema judicial.
De Enrique Urbizu me gustó mucho en su día "La caja 507", una película insólita y valiente en un panorama cinematográfico español que apenas deja hueco para las producciones de género. Ahora estrena otra película de género negro, de título tan llamativo como acertado, en la que José Coronado compone un personaje inolvidable. Se trata de un inspector de policía sin mucho apego a la vida, ya que los errores del pasado le han pasado factura y ahora es una especie de espectro, que sigue en activo en el cuerpo, pero que apenas sigue su disciplina. Es un hombre de aspecto desaliñado, bebedor compulsivo y obsesionado con autodestruirse llevándose a unos cuantos criminales por delante.
Sin desvelar mucho de la trama, hay que decir que Urbizu ha sido muy valiente al remover los fantasmas de 11-M, presentando a una célula terrorista que pretende atentar contra un centro comercial. La escena que transcurre en uno de los andenes de cercanías de Atocha estremece por su simbolismo, pero en realidad todo Madrid es mostrado como una nueva Babilonia donde el mal anida en cada esquina. Y a Santos Trinidad le atrae lo sórdido, ya sea por su impulso autodestructivo, ya sea porque esos son los ambientes en los que se mueven los criminales.
Urbizu ha construido una sólida y compleja trama, dosificando sus realistas y duras escenas de acción. Y ha contado con un arma infalible: un José Coronado que realiza el papel de su vida, capaz de expresar las emociones de Santos Trinidad simplemente con la mirada. Los secundarios, muchos de ellos habituales del mundo de la televisión, le acompañan con suma corrección. Merece la pena acercarse a verla.
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