Cuando me mandaron este libro de cuentos me llamó la atención desde el principio. Sabía que me iba a gustar, pero la sorpresa ha sido mayúscula cuando me he visto a mí mismo degustando cada cuento con un placer que no recordaba desde hacía tiempo. Y es que Giovanni Verga, con esa sencillez tan elaborada, nos introduce en las costumbres de la vida siciliana sin ahorrarnos estremecimientos. Y es que en aquella región dominada por los terratenientes, la vida de las bestias y la de los campesinos valían lo mismo. Dejo aquí un ejemplo de como se las gastaban algunos curas, que aprovechaban para ser también terratenientes (la escena es de una confesión):
"- Padre, me acuso de haber hablado mal de usted, que es un siervo de Dios, porque este invierno nos hemos quedado sin habas ni trigo por culpa suya.
- ¡Por culpa mía! ¿Es que yo decido sobre el buen o el mal tiempo? ¿O debo tener las tierras sólo para que vosotros sembréis y hagáis vuestro contento? ¿Acaso no tenéis conciencia o temor de Dios? ¿Por qué venís entonces a confesaros? El diablo os tienta para haceros perder el sacramento de la penitencia. Cuando decidís tener todos esos hijos, ¿no pensáis que son bocas que comen? ¿Y qué culpa tengo yo si luego no tenéis suficiente pan? ¿Os he dicho yo que tengáis tantos hijos? Yo me hice sacerdote para no tenerlos."
Aquí el artículo:
Giovanni Verga (1840-1922) tuvo la suerte de nacer en el seno de una familia adinerada en una tierra, Sicilia, donde el retraso social y económico ha sido secular. De hecho, se pudo permitir el capricho de abandonar sus estudios de Derecho para dedicarse a su auténtica ambición, que era la de ser escritor. Las posibilidades de darse a conocer como narrador en Catania eran escasas, por lo que acabó viviendo en Florencia y en Milán, ciudades con una vida cultural mucho más intensa.
Verga fue un autor
exitoso desde sus comienzos, pero este éxito no se fundó al principio
en la calidad de su prosa, sino en la producción de auténticos
folletines románticos, tan de moda en aquella época. Pero el autor
siciliano buscaba algo más y la lectura de los escritores naturalistas le proporcionó la base para adaptar sus historias a un estilo más siciliano, que llamó verismo.
Y este verismo le sirve a Giovanni Verga para trazar un retrato nada complaciente de las gentes de Sicilia y su forma de vida. El sur de Italia aparece ante el lector como una de injusticias seculares, poblada por campesinos ignorantes cuyo único anhelo es sobrevivir, sin demasiadas perspectivas de futuro. Una tierra donde las desigualdades más brutales son la norma, donde el cacique impone su ley, con el apoyo de la Iglesia.
Esta imagen de Sicilia es evocado magistralmente por Francis Ford Coppola en la primera parte de El padrino cuando Michael, huyendo temporalmente de los Estados Unidos, recala en el pueblecito de Corleone. De hecho, Verga nombra en alguno de sus cuentos a las llamadas Compagni d´Armi. Creadas en el siglo XVI, en principio se trataba de grupos de voluntarios destinados a guardar los campos de labor pero finalmente los caciques y terratenientes los usaron como una especie de ejército privado para mantener a raya a los campesinos. Muchos historiadores coinciden en que son el precedente de la famosa Mafia siciliana.
El ideal de Verga como narrador es la escritura desnuda de subjetividad, donde el lector no pueda identificar al narrador y quede imbuido por la desnudez del relato. Así lo expresa, de manera tan insólita como genial, al comienzo de su relato La amante del Grama:
"Entre tanto, creo que la victoria de la novela, la más completa y la más humana de las obras artísticas, se conseguirá cuando la afinidad y la cohesión de cada una de sus partes estén tan acabadas que el proceso creativo continúe siendo un misterio, como el sucederse de las pasiones humanas; y cuando la armonía del estilo sea tan perfecta, la sinceridad de sus contenidos tan evidente, su modo y razón de ser tan urgentes, la mano del artista será del todo invisible que la novela alcanzará la traza de lo realmente sucedido; la obra de arte parecerá haberse hecho por sí misma, haber madurado y surgido como un hecho natural, sin mantener ningún contacto con su autor; cuando ésta no mantenga en su estilo ninguna traza de la mente de donde brotó, ninguna sombra de la mirada que la entrevió, ningún rastro de los labios que susurraron las primeras palabras, tal y como si fueran el fiat del creador; cuando exista por sí misma, por el simple hecho de que es como debe ser, y es necesario que sea, llena de vida e inmutable a un tiempo, como una estatua de bronce en la que el artista ha tenido el coraje supremo de eclipsarse y desaparecer dentro de su obra inmortal."
Cavalleria rusticana es quizá el cuento más famoso de Verga, sobre todo por la ópera de Pietro Mascagni que se basó en el mismo y su aparición en la tercera parte de El padrino, donde también las tierras sicilianas cobran protagonismo. Se trata de un relato de estructura sencilla, dedicado a uno de esos temas que tanto excitan la imaginación de los viajeros a tierras sureñas: los duelos y ajustes de cuentas por el amor de una mujer, esos arrebatos terribles que sólo pueden terminar con la muerte sangrienta de uno de los contendientes.
Una de las mejores narraciones del autor siciliano es Malpelo el pelirrojo, que resume muy bien la fatalidad a la que el destino condena a ciertos hombres por el mero hecho de su nacimiento. En el caso del joven protagonista, el desprecio al que es sometido le viene por ser pelirrojo "y si era pelirrojo es porque se trataba de un chico malintencionado y ruin que prometía convertirse en un buen bribón". Los días de Malpelo transcurren en la cantera, donde ve morir a su padre de un terrible accidente. La cotidianidad del trabajo en la cantera, la crueldad de los obreros, que tratan a Malpelo peor que a una bestia y la brutalidad de las condiciones laborales son retratadas con trazos tan precisos como terribles. Pero aún dentro del infierno hay círculos. Malpelo encontrará dentro de la cantera a un ser aún más desgraciado que él, al que protegerá y le enseñará la escuela de la vida a base de golpes:
"- ¡Eh bestia! ¡Eres una bestia! Si no eres capaz de defenderte de mí, que no te deseo mal alguno, eso quiere decir que ¡te dejarás pisotear por cualquiera!"
Un relato que recuerda poderosamente al de Malpelo es Historia del asno de San José, donde Verga es capaz de asomarse a la triste historia de una bestia de carga, cuyo precio se va devaluando cuanto más vieja se va haciendo y hacer sentir al lector las crueldades a la que es sometida con tal de hacer rentables las liras invertidas en ella. Aquí poco se diferencian las personas de los animales, sometidos implacablemente a la lógica del trabajo extenuante, única finalidad de su existencia.
En otros cuentos como El Reverendo, Verga denuncia el poder de la Iglesia personalizada en un hombre de sotana que prefiere lo temporal a lo espiritual ya que, partiendo de la miseria, se convierte en el terrateniente más poderoso de su pueblo. Algo similar a lo que sucede en La hacienda, donde un hombre pobre, a base de tesón y austeridad, consigue acumular una desmesurada cantidad de tierra, para darse cuenta al final de que no se las va a poder llevar consigo tras su muerte.
La escritua de Giovanni Verga está firmemente comprometida con el retrato de su tierra y posa su mirada en los más desfavorecidos, en su vida desgraciada y sin esperanzas, en la crueldad que producen la ignorancia y la pobreza, en las supersticiones, tanto religiosas como paganas, que sustituyen a la cultura. Una sociedad casi feudal, dominada por unos terratenientes a los que sólo le importa la rentabilidad de sus tierras, trabajadas por hombres y bestias a los que se trata con el mismo desprecio. Una región, hermosa como pocas, cuyo atraso viene provocado por sus proverbiales desigualdades.
Y este verismo le sirve a Giovanni Verga para trazar un retrato nada complaciente de las gentes de Sicilia y su forma de vida. El sur de Italia aparece ante el lector como una de injusticias seculares, poblada por campesinos ignorantes cuyo único anhelo es sobrevivir, sin demasiadas perspectivas de futuro. Una tierra donde las desigualdades más brutales son la norma, donde el cacique impone su ley, con el apoyo de la Iglesia.
Esta imagen de Sicilia es evocado magistralmente por Francis Ford Coppola en la primera parte de El padrino cuando Michael, huyendo temporalmente de los Estados Unidos, recala en el pueblecito de Corleone. De hecho, Verga nombra en alguno de sus cuentos a las llamadas Compagni d´Armi. Creadas en el siglo XVI, en principio se trataba de grupos de voluntarios destinados a guardar los campos de labor pero finalmente los caciques y terratenientes los usaron como una especie de ejército privado para mantener a raya a los campesinos. Muchos historiadores coinciden en que son el precedente de la famosa Mafia siciliana.
El ideal de Verga como narrador es la escritura desnuda de subjetividad, donde el lector no pueda identificar al narrador y quede imbuido por la desnudez del relato. Así lo expresa, de manera tan insólita como genial, al comienzo de su relato La amante del Grama:
"Entre tanto, creo que la victoria de la novela, la más completa y la más humana de las obras artísticas, se conseguirá cuando la afinidad y la cohesión de cada una de sus partes estén tan acabadas que el proceso creativo continúe siendo un misterio, como el sucederse de las pasiones humanas; y cuando la armonía del estilo sea tan perfecta, la sinceridad de sus contenidos tan evidente, su modo y razón de ser tan urgentes, la mano del artista será del todo invisible que la novela alcanzará la traza de lo realmente sucedido; la obra de arte parecerá haberse hecho por sí misma, haber madurado y surgido como un hecho natural, sin mantener ningún contacto con su autor; cuando ésta no mantenga en su estilo ninguna traza de la mente de donde brotó, ninguna sombra de la mirada que la entrevió, ningún rastro de los labios que susurraron las primeras palabras, tal y como si fueran el fiat del creador; cuando exista por sí misma, por el simple hecho de que es como debe ser, y es necesario que sea, llena de vida e inmutable a un tiempo, como una estatua de bronce en la que el artista ha tenido el coraje supremo de eclipsarse y desaparecer dentro de su obra inmortal."
Cavalleria rusticana es quizá el cuento más famoso de Verga, sobre todo por la ópera de Pietro Mascagni que se basó en el mismo y su aparición en la tercera parte de El padrino, donde también las tierras sicilianas cobran protagonismo. Se trata de un relato de estructura sencilla, dedicado a uno de esos temas que tanto excitan la imaginación de los viajeros a tierras sureñas: los duelos y ajustes de cuentas por el amor de una mujer, esos arrebatos terribles que sólo pueden terminar con la muerte sangrienta de uno de los contendientes.
Una de las mejores narraciones del autor siciliano es Malpelo el pelirrojo, que resume muy bien la fatalidad a la que el destino condena a ciertos hombres por el mero hecho de su nacimiento. En el caso del joven protagonista, el desprecio al que es sometido le viene por ser pelirrojo "y si era pelirrojo es porque se trataba de un chico malintencionado y ruin que prometía convertirse en un buen bribón". Los días de Malpelo transcurren en la cantera, donde ve morir a su padre de un terrible accidente. La cotidianidad del trabajo en la cantera, la crueldad de los obreros, que tratan a Malpelo peor que a una bestia y la brutalidad de las condiciones laborales son retratadas con trazos tan precisos como terribles. Pero aún dentro del infierno hay círculos. Malpelo encontrará dentro de la cantera a un ser aún más desgraciado que él, al que protegerá y le enseñará la escuela de la vida a base de golpes:
"- ¡Eh bestia! ¡Eres una bestia! Si no eres capaz de defenderte de mí, que no te deseo mal alguno, eso quiere decir que ¡te dejarás pisotear por cualquiera!"
Un relato que recuerda poderosamente al de Malpelo es Historia del asno de San José, donde Verga es capaz de asomarse a la triste historia de una bestia de carga, cuyo precio se va devaluando cuanto más vieja se va haciendo y hacer sentir al lector las crueldades a la que es sometida con tal de hacer rentables las liras invertidas en ella. Aquí poco se diferencian las personas de los animales, sometidos implacablemente a la lógica del trabajo extenuante, única finalidad de su existencia.
En otros cuentos como El Reverendo, Verga denuncia el poder de la Iglesia personalizada en un hombre de sotana que prefiere lo temporal a lo espiritual ya que, partiendo de la miseria, se convierte en el terrateniente más poderoso de su pueblo. Algo similar a lo que sucede en La hacienda, donde un hombre pobre, a base de tesón y austeridad, consigue acumular una desmesurada cantidad de tierra, para darse cuenta al final de que no se las va a poder llevar consigo tras su muerte.
La escritua de Giovanni Verga está firmemente comprometida con el retrato de su tierra y posa su mirada en los más desfavorecidos, en su vida desgraciada y sin esperanzas, en la crueldad que producen la ignorancia y la pobreza, en las supersticiones, tanto religiosas como paganas, que sustituyen a la cultura. Una sociedad casi feudal, dominada por unos terratenientes a los que sólo le importa la rentabilidad de sus tierras, trabajadas por hombres y bestias a los que se trata con el mismo desprecio. Una región, hermosa como pocas, cuyo atraso viene provocado por sus proverbiales desigualdades.
Sobre "Cavallería rusticana" y la ópera de Mascagni, aparte de lo que sale en "El Padrino III", está la magnífica película que dirigió Zeffirelli en 1982, con Plácido Domingo (hicieron varias).
ResponderEliminarMuy interesante lo de Verga. Las sinopsis de algunos de los cuentos me recuerdan a los cuentos sicilianos de Pirandello, como el de "La renta vitalicia". No es raro que en regiones deprimidas surja la inspiración literaria de denuncia, como en la Santa Rusia y el Viejo Sur de los Estados Unidos. No tanto se ha dado en Andalucía.
"idea21" soy yo. Me ha salido otro nombre...
ResponderEliminarYa me imaginé desde el principio que eras tú, por lo de "Ideaciones". Es verdad que en Andalucía, una región también tradicionalmente de latifundistas y caciques hay poca tradición de literatura de denuncia de calidad. Quizá alguna obra de García Lorca.
ResponderEliminarSaludos.