martes, 25 de octubre de 2011
LA OFENSA (2007), DE RICARDO MENÉNDEZ SALMÓN. EL BUEN ALEMÁN.
Me parece que este fue el libro que dio a conocer a Menéndez Salmón a un público amplio. Publicado por Seix Barral, cuenta la historia de un joven que vive apaciblemente en una ciudad alemana cuando estalla la Segunda Guerra Mundial y es reclutado por el ejército alemán para participar en la invasión de Francia.
Hay que decir que, contra lo que muchos creen, muchos soldados alemanes no comulgaban con la ideología nazi, incluyéndose entre estos a muchos mandos. Un muchacho como Kurt (muy evocador, el nombre del protagonista), que recibía una notificación para incorporarse a las fuerzas armadas no tenía más remedio que obedecer si no quería enfrentarse a graves consecuencias. Todo adquiere mayor dramatismo si el nuevo recluta tiene una novia judía a la que el Estado por el que está luchando asesinará tarde o temprano.
Kurt es un ser especialmente sensible pero, paradojicamente, ante la contemplación de una masacre perpetrada por sus propios compañeros perderá toda sensibilidad, como si se hubiera convertido en un muerto en vida:
"Pero ¿y el horror? ¿Cómo reacciona el cuerpo de un hombre ante la presencia del horror? Grita, sí. Y hace que el corazón bombee más sangre, sí. O, por el contrario, paraliza sus músculos para no ser agredido. El espectro de respuestas que el horror genera en el cuerpo es amplísimo. El cuerpo sorprende entonces por su plasticidad. Hay cuerpos que se atenazan y cuerpos que se liberan; hay cuerpos que se arrastran y cuerpos que se elevan. Pero ¿puede un cuerpo dimitir de la realidad? ¿Puede un cuerpo ante la agresión del mundo, ante la fealdad del mundo, sustraerse a sus funciones, negarse a seguir siendo cuerpo, suspender sus razones, abdicar de ser lo que es; esto es, abdicar de ser una máquina sensible? ¿Puede un cuerpo decir: "Basta, no quiero ir más allá, esto es demasiado para mí"? ¿Puede un cuerpo olvidarse de sí mismo?"
Ante tan extraña enfermedad, será ingresado en un hospital. Allí es testigo de que las fuerzas del bien también deben coquetear con el mal para lograr sus propósitos. Algo demasiado obvio para cualquier estudioso de la historia. Menéndez Salmón dio comienzo con esta novela a la llamada "Trilogía del mal", que se completa con "Derrumbe" (que estoy acabando de leer) y "El corrector". Sucede que su siguiente novela "La luz es más antigua que el amor" vuelve a incidir en los mismos temas, que parecen obsesionar al autor. Su estilo de escritura y la estructura narrativa son mucho más sencillos que en "La luz es más antigua que el amor", pero no así su mensaje, de un pesimismo (muchos dirían que realismo) extremo. Lo cierto es que yo esperaba bastante más de esta novela, excelente en muchos pasajes, pero que peca de simplicidad, a pesar de la aparente complejidad de su pensamiento:
"(...)comprendió que el asombro, al fín y al cabo, es una categoría de lo cotidiano y que sólo hay un dios, el azar, y que sólo existe una religión, la casualidad, y que cualquier otra interpretación de la vida y de sus accidentes no sólo está abocada al fracaso, sino que condena a la más absoluta ceguera."
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El lado atroz de lo humano no deja de ser humano y, por lo tanto, nos pertenece hasta el punto que si nos consideramos libres debemos hablar de él con entera libertad. Hay que hablar del mal aunque nos pique la lengua porque hundiendo la cabeza no desaparece.
ResponderEliminarPepe Jiménez
Desde pequeños nos enseñaron que Dios era un Absoluto de la Verdad, el Poder y el Amor, pero conforme nos fuímos haciendo mayores vímos cómo ese Absoluto del Amor (lo supremo), se convertía en una doctrina que como todas las doctrinas tiene dos caras y había matices que necesitaban una explicación. Yo creo que hay mal en el mundo porque el ser humano lo lleva en los genes desde que los animales tuvieron que cazar y matar para sobrevivir y lo de Dios es un cuento.
ResponderEliminarEl mal está en los genes del hombre, como bien dices, Pepe, pero también en la misma naturaleza. Más que mal, yo hablaría del curso natural de las cosas, que es indiferente a los intereses de la humanidad.
ResponderEliminarAbrazos.
"Todo lo que se hace por amor se hace más allá del bien y del mal"
ResponderEliminarNIETZSCHE
El amor no nos salva pero nos consuela de este destino carente de sentido y hay que valorarlo como lo único digno que tenemos junto con la capacidad de crear.
Es lo que saqué en claro del último libro de Ricardo Menéndes Salmón que leímos en el Club de Lectura, "La luz es más antigua que el amor" y me alivió un poco el pesimismo que llevo encima los últimos sesenta años.
ResponderEliminarEn eso tienes todos la razón, Pepe. Ya sabes que yo también soy pesimista, pero del tipo schopenhaueriano. A nosotros nos salva la lectura y el arte y, sobre todo, compartirlo.
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