sábado, 18 de abril de 2009

SUPERMAN RETURNS (2006), DE BRYAN SINGER. LAS IMPERFECCIONES DEL SUPERHÉROE.


En 1987 y ante el desastre y ridiculez que supuso un despropósito como "Superman IV", se decidió enterrar al personaje de Superman cinematográficamente hablando hasta que llegaran tiempos mejores. Las dos primeras partes habían sido sólidas y coherentes, sostenidas por un magnífico Christopher Reeve, aceptado popularmente como el mejor de los supermanes posibles. Veinte años después Bryan Singer quiso retomar la historia desde los acontecimientos de la segunda parte, obviando las dos siguientes como si no hubieran sucedido, comenzando la historia con un superhéroe que ha abandonado la Tierra durante cinco años para realizar un viaje turístico a los restos de su planeta natal.

El sucesor de Christopher Reeve fue Brandon Routh, un actor desconocido con un físico muy parecido al de Reeve. Lo cierto es como Superman está impecable. Sabe transmitir la grandeza de un hombre con poderes casi divinos, pero vulnerable y solitario en sus relaciones con la humanidad, pero como Clark Kent no da la talla, intentando copiar el trabajo de su predecesor y no consiguiéndolo: un Kent muy artificial y demasiado estúpido. Christopher Reeve consiguió lo que parecía improbable: que no reconocieramos a Superman en el mismo actor, simplemente cambiándose de peinado y poniéndose unas gruesas gafas. Con Brandon Routh nos sorprendemos todo el tiempo de que sus compañeros sean tan torpes como para no darse cuenta de que tienen delante al mismísimo Superman. Y para más inri, los dos vuelven a aparecer a la vez tras cinco años de ausencia.

Uno de los objetivos de Singer es humanizar la figura de Superman, darle sentimientos humanos y hacerle sufrir. Después de cinco años de ausencia descubre que su amada Lois Lane está conviviendo con el mismísimo Cíclope (bueno, en realidad con el actor que hace de Cíclope en los X-Men) y que tienen un hijo. Pero... el niño resultará ser hijo suyo. Superboy empezará su carrera con un asesinato. Buen comienzo.

¿Y para qué hablar de su eterno enemigo, Luthor? Sigue siendo un tipo ridículo, que se rodea de payasos inútiles para llevar a cabo sus planes, que siempre consisten más o menos en lo mismo: conseguir Kriptonita para neutralizar a Superman y poder llevar a cabo algún proyecto megalómano, en esta ocasión crear un continente entero de la nada para construir urbanizaciones (seguramente con sus correspondientes campos de golf) y convertirse en el mayor promotor inmobiliario de la Tierra. Ni Jesús Gil en su momento más álgido habría sido capaz de concebir tamaño proyecto. Me atrevo a decir que ni siquiera el Pocero. Kevin Spacey intenta dar continuidad a la interpretación de Gene Hackman: un patético Luthor que no para de recordar a quien quiere escucharle que él posee la mayor mente criminal del planeta, pero cuyos planes hacen aguas por todas partes. Hay un momento muy bueno: cuando apuñala de la manera más sádica a Superman con un cuchillo de Kriptonita y lo arroja al oceáno, pero todos sabemos que Superman volverá más pronto que tarde a patearle el culo...

En resumen, una oportunidad perdida de revitalizar la franquicia de Superman, no carente de escenas espectaculares y bien realizadas, como la del avión, con buenas ideas, como la de un Superman endiosado dando vueltas a la Tierra en misión de vigilancia en busca de delitos donde poder actuar, pero cuyo potencial está absolutamente desperdiciado por un guión poco original, que copia la estructura de la primera película, estableciendo paralelismos con la historia de Jesucristo y su llegada a la Tierra para redimir a los hombres (con resurreción incluida). Parece ser que el guionista Mark Millar quiere partir de cero con Superman, al igual que se hizo con Batman, y concebir una trilogía del personaje. Creo que sería lo mejor. Al menos en el caso de Batman ha dado unos resultados magníficos.

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