sábado, 4 de abril de 2009

EL HUNDIMIENTO (2004), DE OLIVER HIRSCHBIEGEL. HITLER HECHO CARNE.


No es la primera vez que veo esta película, imprescindible para cualquier aficionado a la historia de la Segunda Guerra Mundial. He leído mucho sobre Hitler e incluso durante una enfermedad me tragué los dos gruesos tomos de la canónica biografía de Ian Kershaw. Cuando he imaginado a Hitler en sus últimos días en el bunker de Berlín me ha venido a la cabeza algo muy parecido a lo que consigue Bruno Ganz en su interpretación. El Führer de aquellos días debía tener ese aspecto de anciano histérico y egocéntrico. Pero el actor no se limita a solo a esto, sino que dota al personaje de una humanidad que resultó muy escandalosa en el momento del estreno. Hasta entonces todo el mundo pensaba que Hitler era un monstruo inhumano. Aquí es capaz de ser amable con su secretaria, pellizcar cariñosamente en la cara a un niño-soldado (curiosamente existen fotos de ese momento) y besar públicamente a su amante Eva Braun. Pero también le vemos encolerizarse, perder los nervios y dictar órdenes criminales que condenaban al pueblo alemán, por no haber sido digno de su liderazgo. Impagables son las escenas en las que Hitler se pone a filosofar en contra de la clemencia a los débiles y el darwinismo de los pueblos.

El historiador Joaquín Fest, autor de un libro homónimo, está detrás del guión y eso se nota por su rigurosidad y la variedad de personajes que pasan por el bunker, lo cual puede despistar a quién no haya leído nada sobre los últimos días del nazismo. Goebbels está también magníficamente interpretado por Ulrich Matthes, que imprime a su mirada la frialdad y fanatismo que debía tener la del personaje original, el más fiel acólito de Hitler, que solo se suicida junto a su germánica esposa cuando lo ha hecho su amo (llevándose de paso por delante a sus numerosos hijos). Goering y Himmler, como es sabido, se dedicarán a conspirar cada uno por su lado y amargarán aún más los últimos días del dictador alemán.

La película funciona perfectamente en las escenas dentro del bunker (la mayoría del metraje), pero se desinfla un poco en las escenas exteriores de batalla en las calles ruinosas de Berlín. Resultan un poco teatrales y forzadas, sin llegar a estar mal hechas del todo. Hay algunas historias de relleno (la del oficial médico, la del niño...) que a mi parecer poco aportan a la narración, aunque sirven para darnos más detalles sobre el momento histórico. Mucha suerte tiene la secretaria de Hitler huyendo al final en bicicleta. Es bién sabido, sobre todo a partir del magnífico estudio de Antony Beevor sobre esta batalla, que los rusos violaban a las alemanas que iban encontrando en su camino por sistema. Lo consideraban su botín de vencedor.

Puedo ser un poco reiterativo con el tema de los doblajes, pero en esta ocasión es prácticamente imprescindible ver la película en alemán. A Hitler hay que escucharlo vociferar en su idioma. El trabajo de Bruno Ganz bien vale el esfuerzo de leer algunos subtítulos para quien no esté acostumbrado.

La película demuestra que los alemanes han sabido enfrentarse a sus demonios internos y a sus culpas mucho mejor que nosotros, que aún seguimos tolerando las voces que justifican las barbaridades de nuestra historia.

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