Para escribir este libro, la autora tuvo primero que recibir una denuncia injusta en sus propias carnes, la de una amiga que le pedía participar en el escrache digital de alguien a quien ella consideraba inocente. Al no obtener su apoyo, la amiga difundió que Olaixarac era negacionista de la represión de la dictadura argentina, algo sin fundamento, pero que repercutió en su carrera. Eso le llevó a investigar los mecanismos que llevan a mujeres despechadas a denunciar a hombres que han tenido conductas no ejemplares en sus relaciones, conductas que distan mucho de ser delito. Aquí cuenta mucho la visión subjetiva de hechos que pueden ser interpretados a través de prismas muy distintos, pero cuyo resultado es la muerte social del sujeto señalado, alguien que tiene muy difícil su defensa en un clima que criminaliza al hombre por sistema:
"(...) ya no podía mirar el conflicto de género como un deporte de espectadores, como una temática de la sociología contemporánea, porque había experimentado de primera mano el sistema de la venganza: cómo ciertos discursos tienen propiedades máginas para dejarte del lado del mal a erradicar, cómo una historia puede activar los mecanismos mediante los cuales la civilización de protege de los indeseables."
Entonces, a través de unos ideales puros, como son el feminismo y la defensa de los derechos de las mujeres, se producen excesos, a veces fundamentados en buenas intenciones, a veces por puro despecho. Lo cierto es que en este ambiente, las denunciadoras contaron con un poderoso altavoz que podían destrozar casi al instante las trayectorias de hombres muy admirados, algunas veces por hechos que se remontaban a décadas atrás. Que sea una mujer la que denuncie estos excesos es una buena noticia. Bad hombre es una lectura apasionante y aunque no sabemos dónde acaba la realidad y empieza la ficción, las historias que cuenta son perfectamente verosímiles.
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