La Iglesia católica es una institución que da mucho juego en el cine y en la literatura. Se trata de una organización a nivel mundial dirigida desde un lugar tan fascinante como el Vaticano, que cuenta con siglos de tradición, historia, intrigas y juegos de poder. Cónclave comienza con la muerte de un papa y la obligación de organizar un cónclave de cardenales para la elección de un nuevo. La responsabilidad de su organización recae en el cardenal Lawrence, un hombre que recientemente ha intentado dimitir de su cargo y se siente abrumado por la complicada tarea que recae sobre sus hombros. Porque un cónclave es una lucha de poderes que hablan muy mal de la presunta unidad de la Iglesia, lo cual atormenta a un Lawrence que pronuncia un discurso de apertura que intenta fomentar el consenso y la tolerancia ("la certeza es el enemigo de la tolerancia", dice). Poco a poco, como no podía ser de otra manera, las intrigas se van enredando con nuevas revelaciones y la presencia de un cardenal desconocido hasta entonces, que ha estado realizando su apostolado en secreto en Kabul. Cónclave es una película muy entretenida que reflexiona sobre la idea de poder y el deseo de obtenerlo a toda costa, también en una institución que se ve a sí misma como inspirada por el mismo Dios. Quizá su final no sea plenamente satisfactorio, pero el ambiente intrigante que crea durante todo su metraje, con esos pasillos o esos lugares en penumbra dónde se reunen los personajes, permite que el espectador siga la trama con sumo interés.
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