El segundo viaje a México, en 1921, lo realizó invitado, a propuesta del escritor Alfonso Reyes, por el presidente del país, Álvaro Obregón, que había combatido en la Revolución contra Porfirio Díaz. Valle es ya un escritor popular y es agasajado a su paso por diversas ciudades de México, país que termina de enamorarle. "México me abrió los ojos y me hizo poeta. Hasta entonces yo no sabía que rumbo tomar", le confesaría más tarde a Alfonso Reyes. Cinco años más tarde, bajo la influencia de lo que había visto y oído en esa tierra caliente, Valle Inclán publicaría Tirano Banderas, que se inscribe en la larga serie de novelas hispanoamericanas cuyo protagonista es un dictador, como El señor Presidente (1946), de Miguel Ángel Asturias, Yo, el supremo (1974), de Augusto Roa Bastos, El otoño del patriarca (1975), de Gabriel García Márquez o La fiesta del Chivo (2000), de Mario Vargas Llosa.

Respecto a los personajes e intenciones de la novela, el propio Valle Inclán los expuso muy bien en una entrevista publicada en el diario ABC el 7 de diciembre de 1928:

"En cuanto a la trama, pensé que América está constituida por el indio aborigen, por el criollo y por el extranjero. Al indio, que tanto es allí alguna vez presidente, como de ordinario paria, lo desenvolví en tres figuras: Generalito Banderas, el paria que sufre el duro castigo del chicote y el indio del plagio y la bola revolucionaria, Zacarías el Cruzado. El criollo es el tipo que, a su vez, desenvolví en tres: el elocuente doctor Sánchez Ocaña; el guerrillero Filomeno Cuevas y el criollo cargado de sentido religioso, de resonancia del de Asís, que es Don Roque Cepeda. El extranjero también lo desenvolví en tres tipos: el Ministro de España, el ricacho don Celes y el empeñista señor Peredita. Sobre estas normas, ya lo más sencillo era escribir la novela."

El autor gallego nos presenta desde el principio un cuadro asombroso y a la par que tristemente reconocible, en la imaginaria Santa Fe de Tierra Firme, de la situacion de muchos países iberoamericanos durante el siglo XX: Tirano Banderas ejerce su poder absoluto de manera absurda y despiadada, aunque declare que es por el bien del pueblo. Junto a él, una corte de aduladores y un ejército poco fiable, que se sublevará cuando el viento sople en otra dirección. En el otro bando, la tropa revolucionaria está formada por un puñado de idealistas más unidos por el odio común al tirano que por un programa político reconocible. Por otro lado están los gapuchines, o sea, los españoles que aún conservan una gran influencia política y económica. El cuerpo diplomático, con Inglaterra a la cabeza, defiende también sus intereses económicos en la región, en una constante que se va a dar hasta nuestros días. Tal y como puede leerse en la novela:

"Nuestra América sigue siendo, desgraciadamente, una Colonia Europea... Pero el gobierno de Santa Fe, en esta ocasión, posiblemente no se dejará coaccionar: Sabe que el ideario de los revolucionarios está en pugna con los monopolios de las Compañías. Tirano Banderas no morirá de cornada diplomática. Se unen para sostenerlo los egoísmos del criollaje, dueño de la tierra y las finanzas extranjeras. El Gobierno, llegado el caso, podría negar las indemnizaciones, seguro de que los radicalismos revolucionarios, en ningún momento, merecerán el apoyo de las Cancillerías. Cierto que la emancipación del indio debemos enfocarla como un hecho fatal. - No es cuerdo cerrar los ojos a esa realidad -. Pero reconocer la fatalidad de un hecho, no apareja su inminencia."

Según muchos especialistas, Valle, en la descripción de este dictador, hipócrita y avinagrado, no solo se basó en Porfirio Díaz, sino también en quien gobernaba la España de aquel tiempo, el general Primo de Rivera, a quien el escritor odiaba, lo que emparenta aún más en la desdicha la realidad hispanoamericana a ambos lados del Océano. La España de aquel tiempo también libraba sus propias batallas inútiles en Marruecos. Eduardo Haro-Tecglen, en el prólogo de la edición de El País, incorporaba la novela a la tradición esperpéntica de Valle-Inclán, a su mirada deformante y ácida de la realidad:

"(...) hay que decir, e incluso insistir, en que esta extraordinaria novela está escrita en su clave predilecta, el esperpento: pasados los personajes por los espejos ondulados, cóncavos o convexos: no tanto para deformarles, sino para representarles en su verdadera deformidad oculta. Podría o no ser el general dictador de aquí, o cualquier otro: modelos no faltaban y sus viajes a México le enseñaron muchos y muy estrafalarios y muy criminales."

Tirano Banderas, como obra maestra de uno de los mejores escritores españoles del siglo XX, llama la atención por muchas cosas, pero sobre todo por el soberbio uso del lenguaje, utilizando indiscriminadamente términos propios de varios paises latinoamericanos, realizando así una hermosa mezcla, una especie de hermanamiento de la lengua, ya que es imposible hacerlo de los hombres. Los hombres combaten entre sí, se emborrachan, matan indiscriminadamente y se enemistan por raza, ideología o religión. Tirano Banderas es, ante todo, un estudio del fatal destino humano que constituye una de las cimas de la ambiciosa originalidad del estilo de Valle, con un final abierto, pero pesimista: la muerte violenta del dictador no augura la llegada de un gobierno justo y democrático.