Áyax, uno de los grandes héroes griegos que acudieron a la guerra de Troya, se muestra en esta obra como un ser colérico, celoso de Ulises, a quien le han sido concedidas las armas del difunto Aquiles, de quien se estima legítimo poseedor. Su reacción puede parecer desmedida a nuestros ojos: vengarse cruelmente de quienes han sido hasta el momento sus compañeros de lucha. La escena en la que la diosa Atenea transforma unos ganados a los ojos de Áyax en sus nuevos enemigos podría ser perfectamente un precedente de nuestro don Quijote si su resultado no fuera tan dramático para el protagonista: nada hay peor para un guerrero que ser burlado por dos veces.
Les dejo dos fragmentos memorables de esta, la primera obra conocida de Sófocles. El primero es un diálogo entre Ulises y la diosa Atenea acerca de la desconcertante condición humana:
"ULISES: Yo no sé de nadie, pero, con todo ello, no obstante su animadversión, lo compadezco, desdichado, por cuanto que es víctima de un transtorno cruel, en el que no veo en absoluto su condición sino la mía propia. Pues compruebo que nosotros cuantos vivimos no somos otra cosa que apariencias o sombra vana.
ATENEA: Entonces, consciente de que es tan deleznable la condición humana, no digas jamás tú ninguna bravata arrogante a los dioses ni te enorgullezcas porque valgas más que otros por la fuerza de tus brazos o por la inmensidad de tus cuantiosas riquezas, porque un solo día derriba y vuelve a levantar todo asunto humano sin excepción. Los dioses aman a los sensatos y detestan a los malvados."
El segundo, una desesperada reflexión de Áyax acerca de si el conocimiento nos hace más felices:
"La verdad es que ahora tengo que envidiarte esto, el que no te enteras en absoluto de los males presentes, pues la vida más agradable radica en la falta de conocimiento, lo que te durará hasta que empieces a darte cuenta de la alegría y la tristeza."
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