viernes, 4 de septiembre de 2009
EL PABELLÓN DE ORO (1956), DE YUKIO MISHIMA. SUBLIME OBSESIÓN.
En mi afán por leer autores japoneses llegó el momento de la obra del que quizá sea el más popular de los autores de este país en occidente: Yukio Mishima.
Lo primero que cabe decir es que no nos hallamos ante una novela convencional. Mishima narra fundamentalmente los sentimientos más profundos del joven monje Mizoguchi, al que sin duda Mishima dota de sus propios pensamientos y obsesiones. No hay más que ver el final que tienen uno y otro: la autodestrucción como solución a la angustia de la existencia, el abrazo de la muerte como liberación. Por mucho que el monje sienta al final un impulso vital del que ha carecido en el resto de la narración, sabemos que incendiando el pabellón calcinará su propia alma y que ese impulso es un alivio momentáneo por la realización de un anhelo tantas veces postergado.
La prosa de Mishima es profunda y delicada. Más que una historia, se nos describe el proceso interno por el cual el joven y solitario monje va a llevar a cabo su terrible acción final. El pabellón de oro, aún antes de ser visto por primera vez, se convierte en una obsesión que a la vez le alimenta y le consume. Contemplar la belleza del pabellón, ya sea bajo la nieve, a la luz de la luna o al amanecer es una necesidad para Mizoguchi, pero a la vez le impide llevar una vida externa mínimamente sociable. Ni siquiera cuando intenta una relación sexual puede sustraerse al influjo del edificio. Las relaciones que establece solo le sirven para alimentar su soledad. Su búsqueda de pureza en el templo y en la doctrina zen chocan con la corrupción del Prior, que debiera ser ejemplo para su vida. Su acción va a ser una venganza (o una lección, como quiera verse), contra una humanidad que le decepciona profundamente.
Novela para ser leída lentamente, absorbiendo cada una de las hermosas palabras de Mishima. A veces puede ser exasperante su lentitud y su estilo circular, que siempre vuelve al tema de la belleza perfecta y su relación con ella por parte de un ser imperfecto. Pero merece la pena tener un poco de paciencia y descubrir los pequeños tesoros que el autor guarda entre estas páginas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Leí a Yukío Mishima muy jovencita. Me impresionó muchísimo,porque además de su prosa, la historia en sí era tan extraña que iba de sorpresa en sorpresa,deslumbrada como un insecto que va libando las flores al mediodía.Honestamente no lo comprendí hasta años después.Lo último que leí de él es un cuento,cuyo título he olvidado,pero tan solo él podía ser su creador.
ResponderEliminarCordiales saludos.
Sí, parece que la prosa de Mishima está llena de dobles sentidos y seguramente una parte de ellos se pierde en la traducción.
ResponderEliminarUn cordial saludo, Beatriz.
Amélie Nothomb dijo de Yukio Mishima en su novela "Ni de Eva ni de Adan" pág.55 dice: "A los japoneses no les gusta demasiado su personalidad. Pero su obra es sublime. Es estrañísimo, lo que te han dicho tus amigos europeos, porque sobretodo es en japonés cuando es bello. Sus frases son música. ¿Cómo se puede traducir esto?."
ResponderEliminarPorque Mishima en Japonés escribe con una musicalidad en la elección del ritmo y las palabras que es imposible de traducir.
Desde luego, supongo que Mishima (como todos los escritores, pero este especialmente) ganará muchísimo leido en su lengua original. En mi caso particular, siempre he sido bastante torpe con el tema de los idiomas, aunque procuro compensarlo viendo las películas en versión original.
ResponderEliminarSaludos.
Estimado, usted no entendió el libro...
ResponderEliminarLo entendí a mi manera. La próxima vez que lo lea, si lo hago, seguramente lo entenderé de otra. Lo que no comprendo es a la gente que se empeña en afirmar que su interpretación personal es la única correcta. Usted no podría participar en un club de lectura.
ResponderEliminar