viernes, 12 de junio de 2009

EL VIAJE DEL ELEFANTE (2008), DE JOSÉ SARAMAGO. LA SABIDURÍA DE SALOMÓN.



(Libro comentado ayer en el Club de Lectura de la Asociación de Amigos de la Cultura de Velez-Málaga).

Después de una penosa enfermedad, que le puso al borde de la muerte, Saramago entregó una nueva novela el año pasado, pero no una novela pesimista, como quizá correspondería a la dura experiencia vivida, sino quizá la más optimista de sus narraciones, la crónica (basada en un hecho histórico) del viaje de un elefante, el elefante Salomón, desde Lisboa hasta Viena. Un caprichoso regalo entre soberanos.

El estilo de Saramago apenas cambia. Sigue siendo de gran densidad de palabras, de ideas que se sobreponen unas a otras, a veces con doble sentido, para leer conteniendo la respiración. Para mí, como lector, funciona bien, pues logra zambullirme en la historia, sentir lo que sienten los personajes, captar las pinceladas de sus descripciones, sentir la fatiga del polvo del viaje o percibir los olores que emana Salomón. Puede ser un estilo fatigoso para quien no se haya acercado nunca a la obra de Saramago, con su particular utilización de los signos de puntuación o de las reglas de la ortografía, pero superada la extrañeza inicial, es fácil dejarse llevar.

Particularmente tengo un pequeño problema con Saramago, pues el primer libro suyo que leí, "Ensayo sobre la ceguera", me deslumbró. Cuando he leído otras de sus novelas como "El evangelio según Jesucristo", "Memorial del convento" o "La caverna" siempre lo he hecho comparándolas inevitablemente con aquella. Y "Ensayo sobre la ceguera" ha salido ganando con mucha diferencia, algo que he corroborado este mismo año en una segunda lectura. Pero se que esas son apreciaciones estrictamente personales.

Centrándonos en el libro que nos ocupa, yo no lo considero un mero divertimento de Saramago ni una improvisación, como sostenían algunos compañeros, sino un relato meditado y que, si lo pensamos bien, tiene su sentido. Para mí el personaje de Salomón (o Solimán, como lo rebautiza arbitrariamente el archiduque), resulta todo un logro. No es un animal humanizado, sino un bondadoso elefante, con todas las consecuencias que eso trae: aún sin proponérselo, va sembrando una breve felicidad entre los pobres aldeanos de los lugares por donde pasa y entre los humanos que viajan con él, casi se podría decir que su sola presencia evita una escaramuza entre soldados portugueses y austriacos, aunque, como bien dice Saramago, de haberse declarado guerra entre los dos países, hubieran tenido dificultades para encontrar un campo de batalla. Salomón no se opone al viaje en ningún momento pero, eso sí, él marca los ritmos del mismo. El cornaca, el cuidador del elefante, el único que sabe controlarlo, es el otro personaje imprescindible en este cuadro, resultando muy divertidas sus reflexiones sobre las costumbres y la religión de occidente. El clero, que mucho ha sabido de manipulación de conciencias desde tiempos inmemoriales, no desaprovechará la ocasión de utilizar el elefante a su manera, en su paso por Padua: nada menos que convencerá al cornaca para provocar un milagro frente a la famosa basílica. Saramago no desperdicia su oportunidad de lanzar un nuevo dardo contra la religión católica. Nunca está de más.

Me ha agradado leer un libro optimista, donde los personajes no sufren más de lo necesario y en el que, casualmente, conozco casi todas las ciudades del itinerario elefantino: Lisboa, Valladolid, Padua, Verona y Viena. Un hermoso viaje, aunque muy penoso en pleno siglo XVI y con elefante incluido. Sí que le tendría que poner un pero, y bastante importante. Son las referencias continuas a hechos y costumbres posteriores a la época en la que se enmarca la novela, sobre todo de hoy día, que creo que nos interrumpen bruscamente el hilo temporal sin ninguna necesidad práctica. Es la manera de narrar de Saramago: fabulaciones y disgresiones, que a veces se alejan por completo del tema principal.

Un libro que gustará a los seguidores de Saramago que, aunque inferior a muchas otras de sus narraciones, resulta tremendamente interesante, pues se trata de uno de esos escritores cuya voz siempre merece la pena ser escuchada.

Después del debate, estuvimos tomando algo en la magnífica terraza del hotel Torremar, para despedir el curso entre interesantes conversaciones. La fecha de regreso es el 15 de octubre, con dos libros leídos: "Donde el corazón te lleve", de Susanna Tamaro y la interesantísima "Anatonía de un instante", de Javier Cercas.

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