lunes, 1 de junio de 2009

ALL STAR SUPERMAN (2008), DE GRANT MORRISON Y FRANK QUITELY. EL SUPERHOMBRE ANTE LA MUERTE.


Entre las muchas novedades del Salón del Cómic de este año ha sido opinión generalizada entre los especialistas que ésta ha sido una de las más interesantes. Y es que disfrutar del tratamiento que Morrison le da a un héroe tan puro como Superman resulta un festín para los sentidos.

Superman es un personaje muy antiguo. Arrastra miles de historias a sus espaldas, la mayoría malísimas. Un héroe tan poderoso difícilmente podía enfrentarse a retos a su altura. Con Batman ocurre justamente lo contrario: es un ser humano, muy entrenado, pero con muchas limitaciones. Eso hace interesantes sus historias, que suelen dotarse de un marcado tono detectivesco. Superman solo funciona bien cuando es tratado por el guionista como un semidiós, alguien muy por encima de los simples mortales, pero que elige libremente sacrificarse por ellos, asumiendo humildemente su rol de Clark Kent para comprenderlos mejor.

Morrison no se basa en la continuidad del personaje para narrar su historia, sino que se olvida del lastre de sesenta años de aventuras y sitúa a Superman ante un universo creado por él, aunque respetando los principales elementos que han sido una constante durante todos estos años: el plantel de secundarios integrantes de Daily Planet y su archienemigo Lex Luthor.

Precisamente es Luthor quien pone una trampa a Superman, que acaba contrayendo una enfermedad degenerativa. Ante esta triste realidad, el superhéroe debe hacer balance, aprovechar el tiempo que le queda (realizará doce hazañas, cuán Hércules moderno) e intentar encontrar a alguien o algo que le sustituya cuando ya no esté. Ante la muerte el superhombre se vuelve profundamente humano: si todo quería compartirlo con los hombres, la triste realidad de la muerte no podía ser una excepción.

Los mejores capítulos de esta memorable serie transcurren, desde mi punto de vista, en la Fortaleza de la Soledad, donde Superman se despide de su mundo privado y abre su alma a Lois Lane. Páginas irrepetibles, de gran delicadeza. Algo más flojo el tratamiento de Luthor, que se mueve por prisión, tras ser condenado a muerte, como Pedro por su casa, con tiempo y materiales para urdir nuevos inventos. Chirría un poco todo esto, pero en seguida nos olvidamos, cuando vemos la grandeza de los últimos momentos de Superman y de su heroico destino final.

Los soberbios dibujos de Quitely acompañan a la perfección la narración de Grant Morrison, como ya ocurriera en su recordada etapa juntos en los X-Men, aunque en esta ocasión sí que hay que resaltar ciertas influencias de Frank Miller y Alan Moore en el guión, otros dos monstruos del cómic americano.

Una serie magníficamente editada. Para conservar y volver a leer de vez en cuando, recreándose en sus muchos detalles. Y lo mejor de todo es que no hay por qué saber nada de Superman para disfrutarla. Los superhéroes también pueden ser shakesperianos.

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