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sábado, 11 de diciembre de 2021

EL DESPRECIO (1954), DE ALBERTO MORAVIA Y DE JEAN-LUC GODARD (1963). EL DESAMOR CONYUGAL.

Esta es la historia de una ruptura sentimental, contada en primera persona por un hombre que se siente traicionado y desconcertado por la nueva actitud de su pareja hacia él. La narración se encuentra con frecuencia salpicada por reflexiones del protagonista acerca de la angustia que siente ante esta nueva e inédita situación: en los dos primeros años de su relación todo ha sido perfecto o al menos así lo cree él. Riccardo se está abriendo camino como guionista de cine. Su verdadera ambición es escribir obras de teatro, pero se dice a sí mismo que acepta los encargos cinematográficos para pagar las letras del piso y tener contenta a su mujer, por lo que no entiende que dicho sacrificio no se vea recompensado con una devoción permanente por parte de ésta. El mecanismo que activa el sentimiento de desprecio de Emilia es complejo, pero tiene que ver con la subordinación de Riccardo a los deseos de su jefe, que se muestra en todo momento como un macho alfa, que incluye la pequeña humillación de permitir que ella viaje en el coche lujoso de él mientras Riccardo los sigue en un taxi. Un pasaje tan anecdótico es el que va a desatar esta nueva apreciación del protagonista como un ser lleno de defectos, acomplejado e indigno de ser amado.

Entonces el papel preponderante de Riccardo, que se siente intelectualmente superior a su mujer y entiende que su responsabilidad es sostener la economía común se va a ver cuestionado, a la vez que su autoestima se va haciendo añicos en un mar de inseguridades. El desprecio es también una novela sobre el mundo del cine y precisamente otra de las dudas que va a tener que despejar el protagonista es la de si quiere o no quiere aceptar el encargo de escribir el guion de una adaptación de La Odisea que va a dirigir un sesudo director alemán con el que pronto va a chocar, frente a un productor que lo único que desea es lanzar al mercado un producto comercial. Este es un material perfecto para Godard, que puede filmar a su gusto las interioridades del mundo del cine y darse el lujo de contratar nada menos que a Fritz Lang para que se interprete a sí mismo, una de las grandes curiosidades de esta película. Al director francés le encanta rodar a Brigitte Bardot, recrearse con su cuerpo, hasta el punto de que a veces Michel Piccoli parece un secundario. Las razones del conflicto las expuso el mismo Godard, asegurando que ella es una mujer "opuesta a su marido, que siempre actúa como resultado de una serie de complicados razonamientos, ella no actúa psicológicamente, lo hace por instinto, una especie de instinto vital, como el una planta que necesita agua para seguir viviendo. El drama vital entre ambos surge del hecho que ella existe en un estado puramente vegetal, mientras que él vive en un estado animal."

Por último, es muy interesante resaltar un párrafo de Moravia en el que el productor desprecia el cine neorrealista italiano:

"Cuando digo que el cine neorrealista no es sano, quiero decir que no es un cine que estimule a vivir, que aumente la confianza en la vida... El cine neorrealista es deprimente, pesimista, gris..., aparte el hecho de que presenta a Italia como un país de harapientos, con gran alegría de los extranjeros, muy interesados en pensar, precisamente, que nuestro país es una tierra de harapientos; aparte este hecho, ya de por sí muy importante, insiste demasiado sobre los lados negativos de la vida, sobre todo lo que hay de feo, de sucio, de anormal en la existencia humana... En suma, es un cine pesimista, insano, un cine que recuerda a la gente sus dificultades, en vez de ayudarle a superarlas."

jueves, 16 de marzo de 2017

EL CONFORMISTA (1951), DE ALBERTO MORAVIA Y DE BERNARDO BERTOLUCCI (1970). LA NORMALIDAD SEGÚN MARCELLO CLERICI.

Desde muy joven a Marcello se ha visto sorprendido por unos impulsos vitales tendentes a cierto sadismo: los descubre cuando obtiene placer destrozando plantas y matando lagartijas en el jardín de sus padres. Estos impulsos le llevarán a protagonizar una sórdida historia que marcará su niñez: el intento de violación por parte de un hombre que, mediante engaños, intenta violarlo y su asesinato por parte de Marcello. Este episodio va a marcarle, por supuesto, pero de una manera muy singular: intentando por todos los medios superarlo a través de una apuesta personal por la normalidad, por fundirse con las ideas y las costumbres de la masa para poder ser uno más. Por eso se casa con una mujer de la que no está enamorado: fundar una familia convencional le parece la mejor manera de llegar a su meta. Pero ser normal en unas circunstancias históricas como las de la Italia fascista requería un precio, requería hacer cualquier cosa por el bien del Estado: la nación, como le dice en un determinado momento un personaje, está por encima de la propia individualidad, incluso de la propia familia.

Para demostrar su adaptación plena a una sociedad que le exige ante todo obediencia, Marcello acepta realizar una misión, que habrá de culminar con el asesinato de un disidente, en plena luna de miel. Para ello deberá visitar a un antiguo profesor en París y señalar su presencia en la capital francesa para que unos sicarios se encarguen de matarlo. La extrema inmoralidad de esta actuación no debe plantearse. Pertenecer a un Estado totalitario significa que la individualidad está subordinada a un fin superior. Así pues, tomar parte de un asesinato que va a - presuntamente - favorecer al propio país es una buena manera de asegurarse una vida tan confortable como ordinaria: un piso de una zona de clase media para criar a cuantos hijos tengan que venir, la existencia gris propia de un funcionario de la época.

Pero los remordimientos se acentúan con la caída del fascimo. De pronto la masa empieza a adorar a nuevos ídolos. Los que veneraban a Mussolini de pronto escupen sobre sus esculturas con la misma naturalidad. La posición de Marcello, sus modestos logros de normalización social y económica, están comprometidos:

"Para él se necesitaba un éxito completo del gobierno, de aquella sociedad y de aquella nación; y no sólo un éxito exterior, sino también íntimo y preciso. Sólo de este modo, lo que normalmente estaba considerado como un delito común, se convertiría, en cambio, en un paso positivo en una dirección necesaria. En otros términos, gracias a fuerzas que no dependían de él, tenía que operarse una transmutación completa de los valores: lo injusto tenía que volverse justo; la traición, heroísmo; la muerte, vida. En este punto sintió la necesidad de expresar con palabras llanas y sarcásticas su propia situación y pensó con frialdad: "En conclusión, si el fascismo fracasa, si todos los canallas, los incompetentes y los imbéciles que están en Roma llevan la nación italiana a la ruina, entonces yo no soy más que un asesino." Pero de inmediato corrigió mentalmente: "Y, sin embargo, estando como están las cosas, no podía actuar de otro modo"."

Pero El conformista no es solo una novela moral, sino también psicológica. Aunque el protagonista absoluto es Marcello y prácticamente todo lo vemos a través del filtro de sus pensamientos, los personajes secundarios adquieren gran importancia en la trama, sobre todo el triángulo tan frustante que llega a formarse entre él, su mujer y la del profesor Quadri, el hombre que debe ser aseinado, algo que se refleja también en la adaptación cinematográfica filmada por Bertolucci. El director italiano intenta realizar una obra que refleje los ecos morales de la novela de Moravia, pero también aprovecha para entregar un producto estéticamente fascinante: cada encuadre, cada escenario (con gran importancia de la arquitectura fascista en la primera parte del filme) está primorosamente llevado a cabo y la fotografía de Vittorio Storaro, con esa preponderancia de los tonos azules y rojos, es realmente llamativa, hasta el punto de que Coppola lo llamaría unos años más tarde para Apocalypse Now. Para quien acaba de leer la novela, empaparse de su complejidad psicológica, la película resulta un complemento muy estimulante, una visión muy personal del mundo creado por uno de los mejores escritores europeos del siglo XX.