Valuska ante todo tiene el rol de testigo de unos hechos terribles que van a ser el eje de la narración. Se trata de un muchacho muy sensible que posee la inocencia de un niño, alguien que cuenta todavía con una gran capacidad de asombro, pero también alguien muy pasivo, sin ambiciones y sin capacidad alguna de cambiar las cosas. La llegada de un circo a la ciudad, cuya principal atracción es el enorme cadáver de una ballena va a convertirse en la semilla de una revolución tan violenta como falta de sentido, una revolución que va a culminar con la terrible escena del asalto a un hospital. Frente a esto, la única voz lúcida parece ser la del señor Eszter, un intelectual que vive solo para la reflexión y que se aisla voluntariamente del resto rodeado de sus libros. Si alguien intuye lo que está pasando, es él, pero se trata de la persona menos adecuada para actuar, pues parece interesarle el resto del mundo solo como análisis intelectual, no como realidad que deba ser mejorada, ya que su extrema lucidez le hace descartar la acción:
"Hemos fracasado plenamente en la acción, en el pensamiento y la imaginación, pero también en el lamentable afán por comprender las causas; hemos vendido a precio de saldo a Dios nuestro Señor, hemos perdido, jugando, el respeto al rango y a la dignidad, y hemos decidido no mantener la noble superstición de la eterna medida, que siempre había determinado nuestro peso a través de la distancia respecto a los ancestrales diez mandamientos... podemos afirmar, pues, que hemos salido malparados, miserablemente malparados en un universo en que, con toda probabilidad, pintaremos cada vez menos. Los hombres (...) hablan de terremotos y del juicio universal, porque no saben que no habrá ni terromoto ni juicio universal... Estos son absolutamente superfluos, porque todo se vendrá abajo por si solo, se vendrá abajo para que todo empiece de nuevo, y la cosa seguirá así sin parar, porque es así, sin duda (...) es como nuestra inútil rotación en el espacio: una vez empezada, no hay manera de pararla."
Un discurso coherente, pero contemplativo. Los que sí actúan son los oportunistas, como su exmujer, que aprovehan el desorden, que quizá han provocado ellos mismos, para instaurar un régimen nuevo que promete orden sin libertades, puesto que las libertades son peligrosas para el mismo. Sin duda Melancolía de la resistencia está influido por los acontecimientos que estaban sucediendo en Hungría en la época en la que fue escrito. Aquí lo presuntamente revolucionario deviene en un vacío producto de una descomposición tan enorme como el cadáver de la ballena.
La versión cinematográfica respeta absolutamente el espíritu de la novela mostrando el ambiente decadente y terrorífico que es característica de la misma, aunque lo dota de un singular lirismo en algunas escenas, que es acentuado por la música. Armonías de Weckmeister parece querer trasladar a la pantalla esas frases interminables de Kraszahorkai, que constituyen todo un reto para cualquier lector. En ambas, novela y película, se acentúa la estupidez primordial del ser humano, su incapacidad, precisamente, para establecer una sociedad armónica que equilibre los intereses de todos sus habitantes, quizá también porque la naturaleza, no solo la humana, va a oponer siempre obstáculos insalvables para ello. Es el fin de la era de las utopías y la adaptación obligada a la fría realidad.
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