sábado, 3 de junio de 2023

LAS BENÉVOLAS (2006), DE JONATHAN LITTELL. EL ALMA DEL MONSTRUO.

Cuando nos asomamos a páginas históricas tan estremecedoras como las de la Segunda Guerra Mundial, se nos suele olvidar que las escribieron hombres como nosotros, gente que quizá vivía con una serie de principios éticos y era amante de su familia, pero que tenían que dejar todo eso de lado a la hora de acudir al frente, a protagonizar esas terribles batallas en las que las bajas se contaban por miles. Un miembro de las SS iba unos pasos más allá, sobre todo si se dedicaba a lo mismo que el protagonista de la novela, un teniente coronel de este siniestro cuerpo que avanza en la retaguardia de las tropas que están conquistando la Unión Soviética para el Tercer Reich e inspecciona las matanzas de judíos para evaluar la eficacia de las tropas que las llevan a cabo e intentar implementar métodos más eficaces para economizar las mismas.

Pero las descripciones que nos ofrece Maximilien Aue van mucho más allá de lo convencional. El detallismo con el que están narradas las matanzas, lo duro que debía resultar, no solo para las víctimas, sino también para los verdugos la incesante actividad de la muerte, desemboca en una de las obsesiones de Aue: humanizarse a sí mismo y a sus compañeros y con ello hacer cómplice a un lector que, al fin y al cabo, en una circunstancias similares a las que ellos tuvieron que vivir, seguramente también se habría acogido a la seguridad que ofrece el grupo propio y habría asumido, con más o menos entusiasmo, la ejecución de unas órdenes que implicaban el brutal asesinato de hombres, mujeres y niños, necesarios para construir el nuevo orden nazi. Aquí enlazamos con la banalidad del mal de Hannah Arendt. De hecho, Adolf Eichmann es un personaje recurrente en la novela y bastante más entusiasta en el cumplimiento de las órdenes que lo que dejó ver en el famoso juicio de Jerusalén:

"Si algo demuestran las terribles matanzas del Este es, desde luego, paradójicamente, la espantosa e inalterable solidaridad humana. Por muy embrutecidos y muy acostumbrados que estuvieran, ninguno de nuestros hombres podía matar a una mujer judía sin acordarse de su mujer, de su hermana o de su madre ni podía matar a un niño judío sin ver ante sí, en la fosa, a sus propios hijos. Aquellas reacciones suyas, aquella violencia, aquel alcoholismo, aquellas depresiones nerviosas, aquellos suicidios, mi propia tristeza, todo demostraba que el otro existe, que existe como otro, como humano, y que no hay voluntad ni ideología ni cúmulo de necedad y alcohol que puedan cortar ese vínculo, tenue pero indestructible. Y esto es un hecho, no una opinión."

El mismo Aue llega a confesar que las prácticas que realizaban, esas matanzas persona a persona en las que víctima y verdugo se miraban a las ojos, dejaban a la guerra convencional como una actividad noble y limpia. El detallismo insoportable de Las Benévolas es uno de sus puntos fuertes, porque pocas veces el lector tiene la oportunidad, si tiene estómago para ello, de conocer lo que verdaderamente debían sentir las personas que protagonizaban estos actos y después debían volver a seguir sus vidas con sus familias. La novela tampoco nos ahorra descripciones de la peculiar sexualidad de su protagonista, que se había iniciado a través de relaciones sexuales con su hermana y luego deriva en una homosexualidad que pretende experimentar el mismo placer que siente una mujer cuando es penetrada. Aue prospera en el Tercer Reich porque acepta su papel en la historia, pero a la vez es un personaje muy lúcido e inteligente, que intuye, ya en el otoño de 1941, que Alemania va a tener muchas dificultades para ganar la guerra y que la aventura bélica puede acabar en un tremendo desastre.

El auténtico desastre previsto por el protagonista comienza en la batalla de Stalingrado, de la que se nos ofrece una perspectiva verdaderamente lograda y realista de aquella ciudad que se convirtió en pozo de muerte y locura y sigue con la narración de los bombardeos de Berlin, de la progresiva destrucción de una ciudad que quiso convertirse en la capital de Europa y acabó convertida en un amasijo de ruinas, mientras sus habitantes tratan de sobrevivir al horror que ha desatado el individuo que había despertado tanto entusiasmo entre ellos pocos meses antes. Una de las imágenes más poderosas de la novela nos la ofrece la de un Aue enfermo en su apartamento, situado en un edificio que permanece prácticamente intacto rodeado de un mar de ruinas. Las benévolas, una auténtica obra maestra, no es una novela para todo tipo de lector. Quien se acerque a ella debe aceptar que Littell ha realizado un acercamiento a la Segunda Guerra Mundial escrito con la precisión de un cirujano, por lo que la carne, la sangre y lo escatológico están muy presentes en sus páginas. Quien decida acercarse a ella tiene garantizada una experiencia tan inolvidable como absolutamente perturbadora.

1 comentario:

  1. La novela está muy bien documentada, pero contiene demasiados detalles extravagantes como para que podamos considerarla una obra ejemplar capaz de comunicar la realidad de lo que fueron los horrores del nazismo. La condena al nazismo es hoy una cuestión casi religiosa pero todavía no tenemos el Evangelio adecuado.

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