Apostar con un amigo que uno se va a casar con la primera mujer que entre por la puerta del café donde se está tomando algo no es el mejor método para encontrar la pareja ideal, pero el solitario capitán de mercante Jacob lo lleva a cabo y termina casándose con la bella, divertida y algo enigmática Lizzy. La relación que se va a establecer entre estos dos seres que no se conocen será bastante peculiar, puesto que él pasa gran parte de su tiempo de viaje y ella no esconde demasiado su gusto por los amantes, quizá porque siente que no debe demasiado respeto a un matrimonio que no ha ido precedido por un enamoramiento y un noviazgo. Lo curioso es que la directora cuenta la historia de una relación tóxica en un clima romántico y de época. La gran baza de esta película es la excelente ambientación de hace un siglo en la que transcurre. Lo peor de la misma es lo deshilvanado del guion y la larga duración de la película, injustificable respecto a lo que se cuenta. Una película extraña, a la vez gélida por la relación que se establece entre sus protagonistas y a la vez luminosa y liberadora en sus escenas marítimas Lo más interesante: el desconcierto masculino frente al amor frustrado que representa el capitán Jacob.
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