Una sólida muestra de cine negro en su edad dorada en la que, como es norma en el género, lo importante no es tanto la trama criminal que narra sino la crítica social que refleja. Polonsky filma una historia muy sórdida que enfrenta a dos hermanos: un abogado muy ambicioso que trabaja para un mafioso que pretende hacerse con el control de todas las pequeñas casas de apuestas ilegales y el dueño de una de estas casas, que quiere mantener el funcionamiento tradicional de su negocio. Resulta muy llamativo que la llama moral de la película la sostenga alguien que es considerado para la ley un criminal, pero a muy pequeña escala. Leo Morse en cierto modo está integrado en la sociedad, de él depende un buen número de trabajadores y prefiere no hacerse notar demasiado ante las autoridades, considerando que su pequeño establecimiento no hace daño a nadie, por muy ilegal que sea. Por contra, Joe está cegado por unos estúpidos sueños de grandeza que le ciegan frente al abismo que tiene frente a sus ojos, por lo que su arrepentimiento será sincero, pero inútil: "Un hombre puede pasar el resto de su vida tratando de recordar lo que no debería haber hecho". La fuerza del destino cuenta con magníficas escenas de violencia, algunas de ellas protagonizadas por las fuerzas de la ley y una interpretación memorable de John Garfield. Además sirvió para inspirar a uno de los grandes cineastas de nuestro tiempo, Martin Scorsese.
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