Vendida como una gran sátira del mundo de los agentes de Hollywood, The beta test es, ante todo, una obra fallida y, lo que es todavía peor, bastante aburrida a pesar de su ritmo enloquecido. Concebida para el lucimiento de su actor protagonista, la película no es más que un festival de actuación histriónica por parte de éste. El espectador no tiene más remedio que seguir las peripecias del desquiciado Jordan Hines, un ejecutivo que ha caído en la tentación de acudir a una cita sexual anónima. Y ya sabemos que en estos tiempos carentes de privacidad esa decisión puede traer graves consecuencias. Lo peor de todo es que la narrativa es confusa - realizar un film con ritmo no es lo mismo que hacerlo atropelladamente y con prisas - y lo único que interesa es llevarnos a una sorpresa final que más o menos se podía llegar a intuir. No está mal que se quiera narrar una fábula acerca de la soledad de la existencia humana en la vida contemporánea, llena de posibilidades y en el fondo tan fría y carente de humanidad, pero se podía haber realizado con formas narrativas un tanto más clásicas, por mucho que el mensaje que se quiera entregar sea radical.
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