Este es un Bond de contrastes: a veces aparece como un personaje muy humano que se pregunta por qué arriesga la vida con tanta frecuencia y otras se transforma en un tipo frío y distante. Quizá Daniel Craig (y en menor medida Timothy Dalton) fueron los actores que más se acercaron a esta psicología que Fleming otorgó a su creación. No fue así la interpretación de Roger Moore que, si bien en esta película toma como referencia el trabajo anterior de Connery, pronto derivaría su actuación hacia la comicidad e incluso hacia el disparate.
Quedan en esta novela, que aburre por momentos, muchos puntos de interés, debido a que elementos de su trama han sido aprovechados al menos en otras dos películas: Solo para sus ojos (el final) y Licencia para matar (la parte más escabrosa, es decir, la mutilación de Félix Leiter). Además podemos ir contemplando algunas divertidas excentricidades de Bond, como el desayuno que pide en un hotel: "Zumo de naranja, tres huevos revueltos poco hechos, con tocino y dos cafés expresos con crema de leche. Tostadas y mermelada de naranja". Bond aquí ya es Bond - por ejemplo, el final de la trama deriva en la incursión en el llamativo escondite del villano, algo ya clásico - pero todavía le faltan algunos elementos para que lo reconozcamos como ese gran mito del siglo XX.
Me gustaban esas sagas del agente 007.
ResponderEliminarUn abrazo