jueves, 18 de noviembre de 2021

KENTUKIS (2018), DE SAMANTA SCHWEBLIN. ABSURDA DEPENDENCIA.

Desde hace ya algunos años asistimos a un escenario social en el que la gente, consciente o inconscientemente, va renunciando a parcelas de privacidad que hasta hace poco se consideraban sagradas. Hay personas que exponen regularmente aspectos íntimos de su vida a través de las redes sociales, esperando admiración por parte de sus seguidores. Otros muchos navegamos habitualmente por internet mientas unos algoritmos invisibles y sofisticados van aprendiendo cada vez más de nosotros para después tener la oportunidad de sorprendernos con ofertas cada más personalizadas y, por lo tanto, irresistibles. Las nuevas tecnologías nos conocen mejor que nuestros propios seres cercanos y nos hemos acostumbrado a convivir con esta realidad sin otorgarle demasiada importancia.

Lo que hace Samanta Schweblin en Kentukis es atreverse a dar un paso más allá y plantear un futuro distópico en el que se han puesto de moda unos muñecos-robot que la gente adopta como mascotas. La peculiaridad de estos juguetes es que una persona totalmente desconocida para el comprador tiene acceso al kentuki y puede acceder su existencia más íntima. Los kentukis hacen furor, son una moda inexplicable y adictiva y los pocos que advierten de sus evidentes peligros son ignorados. Hay jóvenes que no salen de su habitación, mientras hacen que estudian, para poder pasar más tiempo manejando su kentuki y asistir a los episodios de la vida de su amo que, aunque sean anodinos, son mucho más interesantes que la propia existencia. Otros intentan aprovecharse económicamente del fenómeno y la mayoría los integra como una oferta más de la sociedad capitalista que acaba recortando de manera voluntaria la intimidad de sus compradores, sintiendo muchos de estos un cariño fuerte y adictivo por tan peculiares mascotas.

Si hubiera leído la novela de Samanta Schweblin hace solo una década, su planteamiento me habría parecido bastante absurdo, irreal. ¿Por qué querría alguien exponer su intimidad de esa manera a un completo desconocido? Pero hoy estoy convencido que si alguna vez aparece algún artefacto parecido al kentuki, la gente se abrazará a ellos con entusiasmo. Al igual que en muchos episodios históricos la gente se ha abrazado con devoción a las cadenas que les imponía el poder, ahora aceptamos con total naturalidad exponer parte de nuestras vidas a cambio de algunas presuntas comodidades. Lo que expone Schweblin no sería más que la consecuencia lógica del tiempo que estamos viviendo. El hecho de que la novela se estructure en distintos episodios protagonizados por personajes diferentes facilita que podamos asomarnos a distintas perspectivas de lo que significaría relacionarse con esta novedad tecnológica tan peculiar, aunque también difumina un poco las posibilidades de una idea tan brillante, que podían haberse desarrollado a través de una narración más potente y sólida. Un libro que merece mucho la pena a los que nos gusta asomarnos en las cada vez más inquietantes posibilidades del futuro inmediato.

No hay comentarios:

Publicar un comentario