Desde sus primeras imágenes, La última película destila un poderoso aroma a decadencia. El pequeño pueblo donde se ambienta parece que ha pasado por mejores épocas y está siendo abandonado poco a poco por sus habitantes. Estamos a principios de la década de los cincuenta y los jóvenes del lugar intentan divertirse en un lugar tan deprimente, azotado por un viento persistente que llena de arena unas calles en las que quedan pocos comercios en pie: lo habitual es contemplar carteles a los que le faltan letras. El cine del pueblo va a ser el último en sumarse a este declive con la simbólica proyección de Río Rojo. En este ambiente los jóvenes protagonistas van a descubrir la vida adulta y la mujer casada que se convierte en amante de uno de ellos no va a encontrar descanso a su angustia existencial en estos breves escarceos sexuales. De hecho, toda la película está aderezada por escenas de desnudos y sexo un tanto decadente. Considerado uno de los mejores debuts de la historia del cine, la interesante propuesta de Bogdanovich, un director que también es uno de los mejores críticos que ha dado el cine, esta lastrada, a mi parecer, por el retrato de unos personajes excesivamente estereotipados.
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