La presunta violación de Marguerite de Carrouges a manos de un íntimo amigo de su esposo debió causar considerable escándalo en aquella época. Hay que tener en cuenta aquí que el delito de violación no se producía estrictamente contra la mujer, sino contra la propiedad de su guardián masculino. El honor del caballero Carrouges se veía así mancillado y la única reparación posible para él era hacer confesar al agresor o matarlo en un duelo judicial, que probara que la justicia divina había guiado su brazo. Además, este caso en concreto se veía complicado por el hecho de que sus dos protagonistas pertenecían a dos familias muy importantes de Francia: la de Carrouges, de la antigua nobleza, estaba comenzando a perder el favor de su Señor, debido al empecinamiento de Jean de Carrouges de devolver el esplendor a su apellido frente a su inmensa decepción por no haber heredado el mando de la fortaleza que poseía su padre. Su rival Jacques Le Gris, un hombre muy inteligente que, al contrario de Carrouges, se encontraba en pleno ascenso en la confianza del Señor.
Además de para describirnos un complicado proceso judicial - porque por muy bárbaros que resultaran los procedimientos, las garantías jurídicas ya existían - que es explicado en todas sus fases magistralmente por Jager, El último duelo sirve para asomarnos a la vida cotidiana de un caballero en la Francia del siglo XIV: su interés en hacer un buen matrimonio, su obsesión por aumentar el patrimonio familiar, la necesidad de disponer de herederos lo más pronto posible y su oficio, que le llevaba a pasar largos periodos fuera del hogar ganándose la vida guerreando, a veces en lugares tan distantes como Escocia, anhelando siempre volver a casa con un buen botín obtenido a través de saqueos. Un noble de aquella época debía tener cuidado a la hora de elegir bando en las numerosas batallas internas que se producían en el contexto de la Guerra de los cien años, puesto que en aquella época todavía los ingleses dominaban una parte muy importante del territorio de lo que es el actual Estado francés.
Resulta fascinante también encontrar transcritas las fórmulas exactas que se usaban durante las diferentes fases del procedimiento y las que se utilizaban inmediatamente antes de comenzar el duelo a muerte entre los dos contendientes. Apelaciones a Dios, a la verdad y al honor que son también utilizadas sabiamente en la extraordinaria adaptación cinematográfica de Ridley Scott, en la que el director británico retrata una Edad Media violenta y oscura. Además de ser espectacular en muchas de sus escenas, la película cuida en todo momento la verosimilitud histórica, respetando en todo momento las afirmaciones del riguroso estudio histórico en el que se basa. Quizá sea polémico que su estructura narrativa se haya basado en Rashomon, la película de Kurosawa, algo que puede hacerse algo indigesto para algunos espectadores, pero es un método muy efectivo para hacer comprender que la idea de verdad es algo muy subjetivo, aunque al final comprendemos que la verdad de la víctima es la más importante. No hay héroes en esta historia: todos los personajes se guían por sus propios intereses y la única nobleza que exhiben es la del honor de su apellido. Magníficos intérpretes y estupenda dirección y puesta en escena para una de las producciones cinematográficas más importantes de los últimos años, que resulta ser también una valiosa lección de historia.
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