jueves, 8 de abril de 2021

PASADO AMOR Y OTROS RELATOS (1929), DE HORACIO QUIROGA. AMOR, LOCURA, MUERTE Y SELVA.

La vida de Horacio Quiroga fue una gran novela, una existencia repleta de muertes de seres queridos en circunstancias trágicas y de pasión por la vida extrema que ofrecía la región selvática de Misiones, algo que se refleja en sus cuentos de manera perfectamente natural. La violencia y la muerte son para Quiroga mecanismos azarosos que están presentes de forma habitual en la biografía de sus personajes. Misiones, el escenario de su literatura, es como un personaje más que condiciona la vida de sus habitantes. Algunos llegan allí de visita y se quedan para siempre. Otros no tienen motivo para permanecer allí, después de una desgracia, pero o no se van o se ausentan durante un tiempo para volver enseguida. Lo cotidiano allí se puede volver peligroso en un solo instante y no solo por la proliferación de serpientes venenosas y otras alimañas, sino por la propia locura de los hombres. Javier Marías lo expresa muy bien en el prólogo:

"Quiroga sugiere, hace deducir, expone, constata, deja que el lector adivine o comprenda sin subrayarle nunca el dramatismo de una situación ni la atrocidad de un hecho o un destino. Quizá porque para él - el escritor y el hombre - nada de lo posible ni de lo habido era demasiado atroz ni dramático: simplemente era, y él debía de tener la serena conciencia de que además podía muy bien no haber sido."

La única novela de este volumen, Pasado amor, tiene evidentes tintes autobiográficos en ese protagonista viudo que se ha ausentado un tiempo de su hogar tras la trágica muerte de su esposa, pero que vuelve al lugar de los hechos para reanudar su vida y volver a enamorarse, aunque la relación con la que debería ser su futura familia política se torne tan distante como extraña. Quizá la existencia en un clima como el selvático dé lugar con más frecuencia a pasiones explosivas de esta índole. Entre el resto de relatos encontramos algunos magistrales, propios del mejor terror gótico, como El almohadón de pluma, o de horror más psicológico como el inolvidable Los perseguidos. Muy representativo de su producción es también Un peón, en el que se retrata a un curioso personaje que parece extraído de un relato de Herman Melville. Quizá el cuento más kafkiano del conjunto sea El techo de incienso, en el que el protagonista se ve abocado a la tarea interminable de arreglar el tejado de su casa para evitar las frecuentes filtraciones de lluvias mientras deja de lado sus responsabilidades como encargado del Registro Civil. Luego tendrá que realizar la tarea evitada por meses en tres días, aunque el final será tan absurdo e inesperado como los conceptos de vida y muerte. 

Lo que sí es cierto es que Quiroga se aplica sus propios consejos en el arte de escribir, algo que se refleja en la fuerza y autenticidad de su arte literario. Así lo dejó dicho en Decálogo del perfecto cuentista:

"No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino."

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