Tras la derrota de Napoleón, Europa volvió a organizarse en jerarquías basadas en Estados-nación, lo cual contribuyó en gran medida a que el siglo XIX se viera libre de guerras importantes. Sin embargo, no existe la organización jerárquica perfecta y bajo la torre, en la plaza, se siguen creando redes ciudadanas más o menos clandestinas que dan lugar a intentos revolucionarios. Quizá el intento más estremecedor de establecer un régimen jerárquico absoluto, sin disidencia ciudadana, fue la Rusia de Stalin que consiguió disipar toda red disidente por medio del terror. Algo parecido sucedió en la Alemania nazi, aunque a través de un gobierno más caótico y que no ahogaba de manera tan absoluta a los ciudadanos adictos al régimen.
Nunca se ha usado tanto como en nuestro tiempo la expresión redes sociales. Internet ha sido, para lo bueno y para lo malo, una tecnología revolucionaria que ha cambiado los hábitos de la mayoría de la población. Lo que en principio se veía como un bondadoso mecanismo de debate público ha ido derivando en un instrumento capaz de difundir noticias falsas e incluso de influir en procesos electorales. Los debates que se producen en su seno no suelen ser muy intelectuales y con frecuencia derivan en insultos. La red se ha convertido en un lugar tan anárquico que es imposible realizar esquemas de unas estructuras en constante cambio y evolución, aunque también es alucinante pensar en ella como una utopía de libertad absoluta. El dominio de las mismas está representado por tres empresas: el buscador Google, el gran supermercado que es Amazon y la enorme red social de Facebook. En cualquier caso, para algunos, el balance es tan negativo que coquetea con el desastre colectivo, ya que acaba con la idea de privacidad y es capaz de expandir todo tipo de ideas - buenas, malas o ambiguas - en tiempo récord:
"La realidad es que la red global se ha convertido en un mecanismo de transmisión de todo tipo de fiebres y pánicos colectivos, del mismo modo que la combinación de imprenta y alfabetismo incrementó por un tiempo la prevalencia de sectas milenaristas y cazas de brujas."
Quizá el problema de La plaza y la torre es que se trata de un trabajo que peca de ambicioso. Promete hablar de redes ocultas en la historia, de teorías de la conspiración, pero al final se centra en una historia muy general de las fluctuaciones entre la torre y la plaza, entre jerarquía y redes al margen del poder. Bien es cierto que como sucede con todos los libros de Ferguson, su lectura resulta tan instructiva como amena.
Pero qué interesante. Gracias por compartir
ResponderEliminarUn abrazo