Los mejores libros de relatos son siempre los que nos ofrecen una cierta coherencia temática entre sus distintas propuestas narrativas. Si José Antonio Sau ya nos ofreció una estupenda muestra de lo que es capaz de hacer, literariamente hablando, en Cuentos de la cara oscura, la grata impresión producida en aquel momento se confirma y se agudiza con La chica de los ojos manga, un conjunto de relatos cuyo hilo conductor son las distintas vertientes del amor, una palabra que puede tener tantos significados y matices como personas embriagadas por un sentimiento tan universal.
¿Y qué es el amor? Para muchos autores clásicos era lo que daba sentido a una existencia. Un filósofo como Ortega y Gasset lo definía como una especie de atontamiento temporal del alma. Para la ciencia más vanguardista, se trata de un mecanismo evolutivo necesario para el éxito y la reproducción de la especie. Un poco de todo esto hay en los relatos de José Antonio Sau, que utiliza su aguda capacidad analítica (no en vano, su profesión es la de periodista) para contarnos que el amor no siempre es un sentimiento grato, ni siquiera noble, sino que depende de la situación, del punto de vista de quien lo experimenta (o lo padece) y de si el objeto del enamoramiento responde positivamente, con asco o con indiferencia. Un ejemplo muy significativo de lo que digo se encuentra en el relato que da título al libro, en el que su protagonista, absolutamente hechizado por una mujer desde su adolescencia, sabe que su papel va a ser meramente el del adorador oculto, llegando a contar con la aquiescencia del objeto amado, como si la vida fuera un juego macabro que, aunque pasen los años, sigue poniendo a cada jugador en el lugar que le corresponde.
En otros relatos, como Sonia ya no está en el oasis, la temática es más compleja si cabe, puesto que el amor consensuado, el que está a punto de cristalizar, a veces se encuentra con los obstáculos más insospechados, con circunstancias crueles que hacen de su materialización un ejercicio muy complicado. Los hay también con un gran componente social y humanístico (y esto nos retrotae a Cuentos de la cara oscura) como El cuidador, sobre un hombre que debe enfrentarse a una situación en la que está en juego la percepción social del amor como sacrificio absoluto - "en la salud y en la enfermedad", se recita en las bodas - frente a la ilusión de un nuevo comienzo. La peor cara de nuestra Guerra Civil, de la que este año conmeramos el ochenta aniversario de su comienzo, se encuentra presente en el estremecedor Dolores, o el amor que debe enfrentarse con la crueldad de la Historia. Además, entre otros muchos retratos de ese poliedro de infinitos prismas que es el amor, recomiendo leer con mucha atención No habrá más flores para Elena, en el que la protagonista intenta atisbar qué hubiera sido de su vida si esta no hubiera estado marcada por un episodio dramático sucedido a su primer amor, todo ello envuelto en una atmósfera de misterio muy sugerente.
Es preciso comentar también que, desde un punto de vista estrictamente literario, los relatos de Sau se destacan por la agilidad de su lectura, por esa característica, tan difícil de conseguir por cualquier escritor, de hacer que el lector se sustraiga por unos minutos de la realidad circundante e ingrese plenamente en un mundo de ficción que jamás abandona su íntimo anclaje con la materialidad de la propia existencia y la de los otros. La chica de los ojos manga es todo un ejemplo de cómo alcanzar la madurez literaria. Pero dejemos que la última palabra la tenga el autor o, mejor dicho, el narrador de El Sol de agosto:
Es preciso comentar también que, desde un punto de vista estrictamente literario, los relatos de Sau se destacan por la agilidad de su lectura, por esa característica, tan difícil de conseguir por cualquier escritor, de hacer que el lector se sustraiga por unos minutos de la realidad circundante e ingrese plenamente en un mundo de ficción que jamás abandona su íntimo anclaje con la materialidad de la propia existencia y la de los otros. La chica de los ojos manga es todo un ejemplo de cómo alcanzar la madurez literaria. Pero dejemos que la última palabra la tenga el autor o, mejor dicho, el narrador de El Sol de agosto:
"Siempre pienso en el instante decisivo de Borges cuando escribo. Todos estamos aquí por algo y cada uno de nosotros, esa chiquilla, la señora de voluminosa humanidad, el vendedor de pasteles, el camarero o ese que no soy yo, existimos por una razón superior y hay un minuto decisivo, un instante puntual que justifica nuestra vida."
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