Si los superhéroes existieran en el mundo real, las bajas civiles serían enormes. Imaginen la presión diaria que supondría sobrevivir en el universo Marvel. A los problemas vitales ordianarios - el trabajo, el amor, la salud - se sumarían las constantes batallas entre seres cercanos a la divinidad capaces de destrozar un centro urbano en pocos minutos. La gente trataría de adaptarse, claro, como cuando se organiza para soportar un periodo bélico. Supongo que en ese hipotético mundo existirían incluso carísimos seguros a todo riesgo para cubrir la eventualidad de daños superheroícos. Civil War parte de esta premisa para construir un guión muy sólido, en el que se maneja de manera magistral la presencia de un gran número de personajes, hay un gran equilibrio entre las escenas de acción y otras más íntimas y reflexivas y que es muy coherente con las películas anteriores que han ido construyendo este universo.
Tanto en el cómic como en el cine, el desencadenante de esta guerra civil son las bajas colaterales. En la obra original de Mark Millar, era un grupo de superhéroes adolescentes que rodaban un reality show televisivo en busca de villanos los que provocaban la catástrofe. En la versión cinematográfica, lo hacen los mismos Vengadores, a los que se les va de las manos una operación en un país extranjero. Pronto la opinión pública y el gobierno estadounidense empieza a hacerse abiertamente las preguntas que habían estado latentes durante mucho tiempo. ¿Cómo controlar la actividad de estos justicieros? La respuesta del cómic es un acta de registro, mediante la cual los héroes deberán desvelar su identidad al gobierno y ponerse bajo su control. En la película, la solución es parecida, aunque bajo el control de Naciones Unidas, aunque la cosa se complica con la aparición de un descontrolado Soldado de Invierno...
Pronto llegan las desavenencias en el seno de la comunidad superheroica. Para el Capitán América, el acta es una intolerable intromisión en la libertad individual de un grupo de gente que ha sacrificado muchas cosas para proteger a los demás. ¿Qué pasaría si el gobierno les manda donde no quieren ir? ¿qué pasaría si les prohiben impedir una injusticia? Para Iron Man, que sufre remordimientos por los errores cometidos, es mejor plegarse a los designios de un gobierno elegido democraticamente y cuya decisión es apoyada por la mayoría de una opinión pública muy asustada por la capacidad de destrucción de estos seres. También Joe Quesada, el director de Marvel, puso su granito de arena en el debate:
"Algo que hay que tener en cuenta y que es muy importante es que en Civil War el gobierno hace su trabajo. Actúa de forma responsable. Son los ciudadanos de los Estados Unidos del universo Marvel los que piden que se haga algo al respecto de una situación concreta, y el gobierno responde a la petición ideando la única solución factible para ellos. El Acta de Registro de Superhumanos es algo que realmente parece la única alternativa en vista de cómo la gente vive con miedo a cualquiera con superpoderes.
"Algo que hay que tener en cuenta y que es muy importante es que en Civil War el gobierno hace su trabajo. Actúa de forma responsable. Son los ciudadanos de los Estados Unidos del universo Marvel los que piden que se haga algo al respecto de una situación concreta, y el gobierno responde a la petición ideando la única solución factible para ellos. El Acta de Registro de Superhumanos es algo que realmente parece la única alternativa en vista de cómo la gente vive con miedo a cualquiera con superpoderes.
Lo que hace a Civil War realmente única y distinta de cualquier otro gran acontecimiento en la historia de los cómics es que no hay ningún auténtico y evidente villano. Ya no es una cuestión de buenos y malos. Como a veces sucede en la vida real, el contrario es en ocasiones una persona cercana que simplemente tiene unas creencias contrarias o diferentes a las tuyas."
Lo más grandioso de Civil War - película y cómic - es que la ambigüedad de los planteamientos de cada bando se transmite al lector-espectador, que, como sucede en la vida real, no es capaz de dilucidar quien está en posesión de la razón, porque en realidad ambas posturas cuentan con elementos a favor y en contra. En un determinado momento, una conversación entre el Capitán América e Iron Man es muy reveladora, puesto que comentan que es posible que la aparición de los superhéroes conlleve la aparición de supervillanos cada vez más poderosos, como en una demencial carrera armamentística que solo puede acabar con la destrucción total de la Humanidad. ¿Les suena históricamente de algo? Pero las referencias históricas no se acaban con la Guerra Fría, sino que ponen su mira en el mundo actual, en esa superpotencia estadounidense que en los últimos años se ha dedicado a invadir países en nombre de una hipotética seguridad, después de haber sufrido un ataque en su propio territorio.
Como película, la propuesta de los hermanos Russo es una de las propuestas más divertidas y más equilibradas que se han dado en el género superheroico, que cuenta con una de las escenas de acción más espectaculares jamás concebidas, la que transcurre en el aeropuerto y que enfrenta a los miembros de los dos equipos. La presencia de novedades, como la de un Spiderman por fin plenamente adolescente (la conversación que mantiene con Tony Stark, como presentación del personaje, lo define de manera mucho más completa que las dos últimas películas que filmó Marc Webb) y la de un superhéroe tan elegante como Pantera Negra dan aire fresco a la trama. Todos tienen oportunidad de lucirse gracias a un guión muy bien concebido, que no solo da importancia a la lucha ideológica entre ambos bandos, sino que es capaz de hacer un hueco para que los protagonistas expresen sus sentimientos más íntimos, sobre todo en su soprendente final.
Pero el gran protagonista de la cinta sigue siendo el Capitán América, ese superhéroe tradicional del que todo el mundo esperaría que se pusiese enseguida al servicio del gobierno y por contra se convierte en un paladín de la desobediencia civil, otra tradición muy americana. Me hubiera gustado ver al Punisher de Jon Bernthal unirse a su bando (cosa que sí sucede en el cómic), como espejo distorsionado al que el Capitán no quisiera mirarse: el del anarcofascista que mata sin remordimiento a cuanto criminal se le pone por delante, no tanto para proteger al ciudadano, sino como una especie de ceremonia de limpieza moral del mundo. Quizá experimentemos el gozo de que suceda algo así en la próxima entrega. Por lo pronto, la que se puede ver ahora en los cines constituye un auténtico placer para cualquier espectador sin prejuicios, sea seguidor o no de los cómics Marvel.
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