La llamada Revolución Cultural China trastocó la vida de millones de ciudadanos, sobre todo los pertenecientes a las élites, que debían asistir a humillantes procesos de reeducación para abandonar los viejos usos burgueses y cualquier atisbo de tradición. Fruto de este proceso fue la destrucción de obras de arte, edificios, libros e incluso ataques contra la tumba de Confucio. Muchos estudiantes fueron enviados al campo, para ser influenciados por la pureza de la vida de los campesinos. La joven Jing es una de ellas. Aunque aparentemente se trata de una muchacha sana e integrada en el sistema comunista, en realidad vive bajo la tensión de ser hija de un hombre represaliado por la Revolución. Por una parte quiere creer que el sistema es bondadoso y le dará una oportunidad, pero por otra contempla el sufrimiento de su madre, una mujer consumida por la pena e intuye que el bombardeo de propaganda al que está sometida su vida y la de sus compañeros no es más que la cortina de humo de una realidad siniestra. Para el director de La linterna roja, la historia tenía mucho de autobiográfico:
"Fue una tragedia para la nación, para millones de chinos y para
mí personalmente. Me mandaron al campo durante tres años y luego debí
trabajar siete años en una fábrica. Mi situación era como la de Jing,
incluso peor. La
aterradora sensación de ser inferior me ha perseguido desde entonces.
Incluso cuando aprobé el examen de ingreso en la Escuela de Cine de
Pekín, estaba preocupado por si me rechazaban a causa de mi historial
familiar. No se borran ese tipo de recuerdos personales y
nacionales. La impresión quedará para siempre. Pero no quise hacer esta
película por eso. Quise rodarla porque en la historia original, el amor
y la expresión de ese amor me conmovieron. En aquella época, las
personas expresaban sus emociones de otra forma, pero realmente las
expresiones superaban a la época. Me dije a mí mismo que no debía mostrar las heridas.
El dolor está y permanecerá en nuestros corazones, pero debemos mostrar
la belleza del ser humano."
En cualquier caso, su misión en la vida es convertirse en profesora, una responsabilidad importante ante el Estado, ya que la autorización para enseñar significa que su pensamiento se considera ortodoxo. Durante la estancia en el campo y la realización de trabajos agotadores voluntarios, no debe cometer ningún error, debe aparecer como la perfecta revolucionaria. Por eso, cuando empieza a sentirse atraída por un joven militar que acampa por la zona, sus planes se vienen abajo. El amor se revela como una fuerza mucho más poderosa que la disciplina de Partido, por lo que pronto asumirá riesgos inconcebibles hasta ese momento para poder ver a Sun, un muchacho vitalista, trabajador y con su propia concepción del mundo. Una prueba de que, contra todo pronóstico, Jing es un ser humano con sentimientos derivados de una larga historia evolutiva, no una tabla rasa programable a su antojo por el Estado.
Amor bajo el espino blanco está narrada al modo clásico de las historias de amores imposibles. Con una preciosa fotografía, Zhang Yimou filma un relato intimista, el de un amor puro e inocente que debe sobrevivir en un ambiente absolutamente hostil, donde el único enamoramiento que debe expresarse en público es el relativo a los textos de Mao. El amor de Sun a Ying se expresa maravillosamente, con pequeñas atenciones que son balsámicas para la dura existencia que se le ha impuesto a la muchacha: solo el amor es capaz de ofrecer un poco de luz a un mundo gris, monótono y asfixiante. El final de la película es muy conmovedor, digno de una obra realizada a base de sensibilidad y buen gusto.
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