Los que hemos nacido y vivido en democracia - con todas sus imperfecciones - no podemos siquiera imaginar lo que debe ser la convivencia diaria con el miedo y la incertidumbre. En Argentina fue así durante años. La gente desaparecía de un día para otro y los familiares los buscaban en vano. En muchas ocasiones los secuestrados por el poder estaban cautivos en edificios tan a la vista como el Garage Olimpo o la infame Escuela Mecánica de la Marina, el Auswitch argentino. Día y noche se torturaba, en el afán de que los detenidos, muchos de ellos destinados a la muerte desde el principio, delataran a sus presuntos compañeros.
A raíz de un asalto aparentemente criminal, debido a la inseguridad del Buenos Aires actual, en la mente del protagonista de Una misma noche saltan como en un resorte, los recuerdos de una noche similar casi cuarenta años atrás, cuando fueron los militares los que buscaban a una subversiva en esa casa y visitaron la suya en busca de información. Los fragmentos de memoria van poco a poco recomponiéndose hasta lograr una reconstrucción más o menos nítida de lo que sucedió entonces y del destino de la muchacha. Como la propia Argentina, que trató de olvidar (menos los más ardientes defensores de la memoria contra la infamia), en el microcosmos espaciotemporal de la narración de Brizuela la verdad de los hechos está cubierta como de una especie de neblina que, al disiparse, deja ver todo el horror legado por la dictadura:
"¿Por qué era tan difícil recordar esa época? ¿Simplemente porque en ella sucedían cosas monstruosas? ¿O porque yo había sido testigo de que cualquiera puede convertirse en un monstruo y eso es intolerable?"
Una mera anécdota, una mera vida trastocada puede ser suficiente para entender los mecanismos de poder de una época. Para muchos la dictadura no acabó, sino que se sigue repitiendo todas las noches en la ausencia e incertidumbre acerca del destino de los seres queridos. El de Brizuela es un libro de evocaciones de un tiempo cuya barbarie es aún hoy negada por algunos de sus responsables. Como explica el autor en una entrevista publicada en la página Culturamas:
" (...) hace poco y por primera vez, después de más de treinta años, Videla
admitió que existían los desaparecidos, que era verdad. Durante todo ese
tiempo, ha estado negando la evidencia. Responde por su parte a una
necesidad de enmascarar las muertes, pero quien responde por esos
treinta y cuatro años de tormento e incertidumbre de los familiares.
Está claro que todavía queda mucho, más incluso que rabia o rencor. La
negación de las desapariciones produjo un daño que se ha ido prolongando
hasta nuestros días. No es que esté el pasado, la nada y el presente…
No, es todo una misma noche. De ahí el título. Y luego está también la
culpa y el pudor por sobrevivir ante aquellos que han perdido a algún
familiar. De esa culpa nace el personaje de Diana, con un pudor terrible
por haber desaparecido y luego poder volver, de no haber muerto, quizás
de no haber sido tan combatiente. La culpa se hace entonces tan
terrible como el miedo, la culpa de haber tenido miedo. Todo el mundo
tiene vergüenza a la hora de reconocer el miedo."
Una misma noche es una novela corta y muy intensa, que va a dejar un recuerdo perdurable en un lector que quizá no llegue a comprender del todo los mecanismos del terrorismo de Estado, pero sí que va a ser testigo de sus terribles consecuencias."Quizá solo la literatura podía perdonar. La literatura, ese lector futuro."
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