lunes, 9 de junio de 2014

EL TESTAMENTO DE UN EXCÉNTRICO (1899), DE JULIO VERNE. EL TABLERO DE LA UNIÓN.

Qué placer volver a encontrarse con un autor como Julio Verne, después de tantos años. Siempre he mantenido que Verne es uno de los autores más importantes de la literatura universal, no tanto por la calidad de su escritura - que la tiene - y su imaginación, sino porque sus novelas constituyen una enorme y atractiva puerta de entrada de muchas personas al vicio de la lectura. Yo fui una de ellas. Recuerdo que una de las lecturas que más me impresionó en mi infancia fue Dos años de vacaciones, con esos niños naufrágos, con los que me podía identificar, organizando una sociedad ideal de supervivientes. Luego me acercaría a William Golding y a El señor de las moscas, que parte de esa misma situación, pero tratándola desde un prisma mucho más pesimista.

El testamento de un excéntrico es una obra de madurez. Verne es ya un escritor rico y famoso, que sigue publicando sus obras por capítulos en revistas de gran tirada como el Magasin d’Education et de Récréation. En esta ocasión la historia parte de la muerte de un personaje muy rico, ciudadano de Chicago. William J. Hypperbone, un gran aficionado al juego de la oca, ha dejado estipulado en su testamento que su cuantiosa herencia irá a parar al ciudadano que gane una partida de este pasatiempo, utilizando como tablero el país entero, cuyos estados serán considerados casillas del mismo. Para ello se elige al azar a seis personas, que serán los que tendrán que viajar por todo el país a lomos de la suerte: la de los dados y la de las circunstancias de sus desplazamientos.

Lo cierto es que, con una premisa de partida tan interesante, puede considerarse a El testamento de un excéntrico como una obra esencialmente fallida. Los personajes que compiten en la partida son meros estereotipos, la sorpresa final es bastante previsible y muchos de sus capítulos no son sino meras excusas para que Verne se explaye en lo que más le gusta: dar noticia al lector acerca de datos geográficos de las regiones por las que viajan los personajes, así como de los usos y costumbres de sus habitantes. El mayor interés de la obra estriba pues, en la visión europea de unos Estados Unidos que empezaban su irresistible expansión que le llevaría a convertirse en una superpotencia en unas décadas. Hablamos ya de un país que ha derrotado a la mayor parte de las tribus de nativos americanos y que cuenta con una cada vez más masiva inmigración para poblar unos territorios dotados de inmensos recursos naturales, que van a ser explotados por una industria muy pujante que nace sobre todo a través de la iniciativa individual, cuyos ejemplos más destacados empezaban a acumular grandes fortunas. Por lo demás, la lectura de la novela recuerda en ocasiones a La vuelta al mundo en ochenta días, pero sin su estructura formal ni sus excelentes personajes. Una curiosidad, que nos confirma que Verne también podía ser poco original en ocasiones.

2 comentarios:

  1. Muy bien visto en la novela la poca originalidad de la visión de los Estados Unidos por parte de Verne, que era un burgués europeo no especialmente culto y poco interesado en cuestiones sociales. En cualquier caso, los Estados Unidos suponían para las personas curiosas de la época todo un foco de atención, donde se mezclaban la modernidad y el exotismo. Y la desmesura.

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  2. Lo bueno es que me ha dado el gusanillo por leer algunas novelas de Verne que no leí en su día. Quizá Miguel Strogoff podría ser la próxima.

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