jueves, 19 de junio de 2014
NOTICIAS DEL FRENTE (2014), DE GUILLERMO BUSUTIL. DESPACHOS DE GUERRA.
Hace ya algunos años que la crisis lo arrasa todo, y el periodismo no ha sido ajeno a esta triste tendencia. En el ámbito de los medios de la comunicación dicha crisis viene agravada por otros factores: la democratización y el abaratamiento en la publicación de noticias que ha supuesto internet y la disminución dramática de los ingresos por publicidad. Si en un principio las redes parecían la tierra de Jauja del periodismo, en el que cada ciudadano podía ejercer de corresponsal en su propio entorno, el resultado, salvo honrosas excepciones, ha sido muy contrario al que podía desearse: una caída general de la calidad de las publicaciones, despido de buenos profesionales y su sustitución en ocasiones por becarios que ni siquiera conocen las reglas fundamentales de la gramática, descenso pronunciado de las ventas y fomento general de la gratuidad. Hace ya años que la redacción de noticias no es lo que era. A veces tiene uno que leer varias veces la misma frase para desentrañar su significado. Además, la mayoría de la prensa mantiene servidumbres inconfesables con grupos económicos y de poder. Pero no todo está perdido. Contra la decadencia general se alzan los veteranos defensores de un oficio cuya calidad y rigor es imprescindible para que una democracia pueda ser digna de tal nombre. Y entre ellos está Guillermo Busutil, que siempre ha otorgado a su profesión una exquisita dimensión literaria:
"Hubo un tiempo en el que el periodismo le discutía a la literatura el prestigio de contar historias y en sus páginas la ciudadanía lectora encontraba las huellas del coraje de los profesionales que exploraban las fronteras de la verdad y de la mentira, que planteaban preguntas a la versión de la realidad y mantenían su independencia con palabras talladas entre la calle, el plomo de las letras y las deshoras de la vocación. Llegó la democracia que hizo florecer cabeceras acercando a los soñadores las utopías y urgencias de la política, las nuevas propuestas de la cultura y los reportajes que destacaban el heroísmo anónimo de las gentes y los barrios de lo cotidiano. En aquellos años uno sabía que podía hablar en confianza con las páginas de su periódico o con las voces de sus emisoras de radio. Hasta que la prensa se transformó en un negocio al que solo le importaban las cuentas de resultados y compartir la sobremesa de copas con el poder y sus sirenas. Desde entonces, los medios vendieron el alma a las diferentes políticas que nada más llegar al Gobierno pretendían controlar la información. El cambio dio pie a las editoriales que respaldaban o cuestionaban a los líderes, a los personalismos de excelentes profesionales que se creyeron dioses y guías espirituales. Esta nueva senda priorizó las promociones de regalo, la publicidad sobre la calidad de los contenidos informativos, la sumisión al poder sobre el talante independiente y crítico, la censura encubierta, el trueque de veteranos por la peonada de los jóvenes sin memoria ni experiencia. Y así hemos alcanzado este momento en el que los periodistas que resistimos tenemos la sensación de que nadie quedará para contar lo que hay detrás de esta guerra, en la que solo cuenta la victoria del Estado por encima de cualquier cosa, y sobre todo de la prensa más incómoda en desvelar secretos."
Es curioso que, en una época en la que el ciudadano se encuentra literalmente bombardeado de información en cualquier momento del día, las noticias más importantes pasen a veces desapercibidas, arrastradas por la vorágine de la cantidad desmesurada de palabras y sonidos que pugnan por llamar la atención. Además, la actualidad cambia cada minuto. Lo que fue ampliamente debatido hace dos días, apenas es ya nos causa una leve reminiscencia, porque la novedades empujan. Twitter se erige así en la perfecta metáfora de esta situación: frases de no más de ciento cuarenta caracteres que se suceden unas a otras para ser leídas e inmediatamente olvidadas. Es época de cantidad, no de calidad. La gente no quiere analistas profundos, especialistas que les ensamblen el puzzle del presente, sino pequeñas píldoras, a veces más frívolas que necesarias. El periodiodista debe poseer cierto sentido de la historia inmediata, pues una parte importante de su tarea consiste en interpretar los hechos presentes como consecuencias de los que sucedieron ayer mismo. En las aguas revueltas de la actualidad, es muy difícil capturar un pez, en forma de artículo, que contenga alimento equilibrado y sustancioso.
Pero hay una excepción en la propiedad fundamental de la volatilidad de las noticias: la crisis, un fenómeno persistente y dañino, inspirador de los más sesudos análisis, concepto respecto al cual, solo una cosa está clara: que se ha cebado con los más débiles y ha enriquecido aún más a los poderosos. La depresión económica no es solo para economistas, no basta con analizar cifras macroeconómicas. Sus principales consecuencias son las sociales. Y ahí es donde Busutil emplea su prosa de combate para denunciar el sufrimiento de tantos millones de seres humanos, que, en palabras que nuestro nuevo rey Felipe VI acaba de pronunciar, han perdido su dignidad como personas. El autor tiene un especial recuerdo para sus compañeros de profesión que han quedado en el desempleo, pero en el artículo titulado Despertadores, utiliza como el sonido de estos pequeños aparatos, que se va extinguiendo poco a poco del barrio en el que vive, como metáfora de las vidas vacías que ha ido coleccionando la crisis:
"Nos han arrebatado la vocación de ser felices, la cultura de pensar la palabra y restaurarla como un derecho y rellenan nuestro vacío con mentiras, postulados antiguos y las promesas fantasmales de un mundo nuevo que oculta la esclavitud de los trabajos miserables, la indigencia de los excluidos, el desahucio de lo humano. No suenan los despertadores porque hay millones de personas sin trabajo; porque otros muchos andan tumbados por el peso de la depresión; porque la prensa, en muy pocos casos, es capaz de abrirle a la gente sus ojos cerrados hacia afuera y hacia dentro. Ni siquiera nos preguntamos qué hace falta para que despertemos."
Son necesarias las voces que reivindican un periodismo diferente, de inspiración literaria y siempre comprometido con la verdad, aunque esta sea dolorosa. Hay que evitar que la prensa edulcore ciertas noticias, hay que luchar contra ese desapego de su compromiso crítico. El periodismo debe volver a su función de despertador de una ciudadanía crítica, consciente de su papel como motor de la historia. Hay que reivindicar, como lo hace el autor, esos templos laicos que son las bibliotecas y las librerías, las únicas esperanzas - que también retroceden, pero con gran dignidad - ahogadas por los recortes presupuestarios o la falta de ventas. Busutil, un escritor siempre afable y cercano, crea, con esta serie de artículos que fueron publicados en La Opinión de Málaga, su mejor literatura alimentándose de la actualidad.
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