Perteneciente a la misma generación que Tom Wolfe, Norman Mailer o Truman Capote, Gay Talese es uno de los fundadores - sin haber sido consciente de ello en un primer momento - del llamado nuevo periodismo, esa forma de escribir reportajes que entronca con la literatura en su deseo de perdurar. Si la mayoría de los reportajes periodísticos tradicionales están concebidos para una lectura inmediata, los de Gay Talese conservan su fuerza décadas después, ya que son fruto de su inmensa vocación, que se plasma en una visión del mundo muy atenta a los más mínimos detalles que configuran la existencia. Además, su ascendencia italiana y sus orígenes humildes le ayudaron a observar todas las novedades de una gran ciudad como New York con una mirada de perpetuo asombro:
"Vengo de una isla y una familia que reforzaron mi identidad de estadounidense marginal, de extraño, de forastero en mi país natal. Pero aunque eso bien puede haber dificultado mi incorporación en la cultura establecida, también me guió por una senda tan descarriada como interesante que les es familiar a tantas personas inquisitivas que terminan siendo escritores."
Particularmente he leído a Gay Talese por las recomendaciones de suplementos literarios y de algunas personas. El libro que más me llamaba la atención es Honrarás a tu padre, un retrato de la mafia a través de las mujeres de los mafiosos (que ha sido inspiración para la serie Los Soprano), pero he preferido empezar con esta especie de antología de reportajes en la que cobran singular importancia los retratos de gente famosa como Frank Sinatra, Peter O´Toole o deportistas como Joe Louis.
Bien es cierto que en la selección hay ciertos retratos de deportistas (como héroes del beisbol o del boxeo) que podrían resultarme a priori poco interesantes, ya que soy poco conocedor de estas disciplinas. Pero la prosa de Talese, su gusto por la anécdota aparentemente intrascendente que acaba retratando al personaje, deja la impresión de que este hombre podría sacar partido a la descripción del hombre de vida más anodina, si se lo propusiera. Además, sus crónicas tienen la rara capacidad de presentarnos al hombre también a través de la descripción del entorno y de quienes le rodean.
Mención aparte merecen sus crónicas de los rincones ocultos de la ciudad de New York: los profesionales que trabajan bajo tierra, la vida nocturna en las horas en las que apenas hay nadie en las calles e incluso los métodos de supervivencia de otros habitantes de los que apenas advertimos su existencia, como los gatos. Personalmente, además de los reportajes autobiográficos, destacaría Alí en La Habana, una crónica del encuentro de Muhammad Alí con Fidel Castro en la capital cubana, dos hombres muy distintos, uno enfermo y extrañamente silencioso y el otro un dirigente locuaz con sus fuerzas casi intactas. Se producen momentos incómodos, silencios prolongados y charla intrascendente que el viejo político logra llevar finalmente a su terreno. Retratos y encuentros es un muy buen acercamiento a uno de los mejores periodistas del siglo XX.
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