Esta novela, que leí hará unos veinte años, me produjo tal conmoción en su día, que muchos de sus pasajes se me quedaron grabados y volver a ellos, con todos los ricos matices de la escritura de Zola, ha sido muy placentero, obviando que la novela trata un tema terrible desde una perspectiva extremadamente realista. Estoy deseando que llegue el viernes para poder debatir sobre ella en profundidad con los compañeros de la Biblioteca Cristóbal Cuevas. Aquí el artículo:
Con La
Taberna, Emile
Zola llegaba al
séptimo volumen del ciclo de los Rougon-Macquart, en el que se había propuesto
la descripción de la época del Segundo
Imperio francés a través de
la historia de los miembros de una familia, a cuya existencia individualizada
iría dedicando novelas. La Taberna es una de las cumbres de la
literatura naturalista, un auténtico recorrido por las miserias del mundo
obrero de finales del siglo XIX. Se trata de la historia del fracaso de una
muchacha sencilla, cuyas humildes pretensiones no pueden llegar a buen puerto,
ya que los obstáculos a los que se enfrenta: su marido, su pasado, la envidia
de los demás y el ambiente malsano que lo rodea todo, serán finalmente
insalvables y acabarán provocando su caída.
El método naturalista
Para
escribir La
Taberna Zola se
sirvió plenamente del método naturalista: por un lado utilizó recuerdos de su
juventud, ya que él también había conocido la vida miserable (el personaje del
tío Bazouge, el enterrador, está basado en alguien real), por otro, la
observación directa del ambiente que va a describirse en la novela, la visita a
barrios obreros acompañada de todo tipo de apuntes y anotaciones del medio
natural y finalmente la lectura de textos especializados que ofrezcan los
detalles que no pueden captarse en la observación directa, como manuales sobre
diversos oficios, tratados sobre el alcoholismo, diccionarios de argot o o el
ensayo de Denis Poulot sobre la cuestión social y los trabajadores. En
cualquier caso, ya en el prefacio, el escritor deja constancia de sus intenciones
al publicar la novela:
"He
querido pintar la fatal degradación de una familia obrera, en el infestado
medio de nuestros suburbios. Al final del alcoholismo y la haraganería, están
el debilitamiento de los lazos familiares, las inmundicias de la promiscuidad,
el progresivo olvido de los sentimientos honestos y, como corolario, la
vergüenza y la muerte. He puesto simplemente la moral en acción" (Emile Zola, La Taberna, Ediciones
Cátedra. pag. 44).
El sueño de los obreros
Gervaise es
presentada al principio de la narración como una joven que está poniendo fin a
una relación tormentosa que la ha puesto al borde de la miseria. Aunque se
promete no volver a unirse a otro hombre, al menos durante un tiempo, es
convencida por Copeau, un vecino que trabaja como cinquero, para cambiar de
idea y termina casándose con él. Dado la clase social a la que pertenecen ambos
la única posibilidad que tienen de salir adelante y prosperar es el trabajo
duro y el ahorro. Ambos se mueven en un ambiente muy degradado en el que muchos
trabajadores ceden a la tentación de olvidar sus brutales jornadas al calor de
las numerosas tabernas del barrio. Al principio, todo transcurre
admirablemente: ambos son hacendosos y pueden ahorrar con vistas a cumplir el
sueño de Gervaise: establecerse por su cuenta como lavandera.
El accidente laboral y el principio de la degradación
de Copeau
Un accidente
de trabajo protagonizado por Copeau supone el punto de inflexión en la vida de
esta pareja. Es precisamente el tiempo de ocio forzoso que no sabe como llenar
lo que lleva a Copeau a hacerse asiduo a visitar las tabernas de los
alrededores. Al principio su mujer lo mira con condescendencia, casi como una
actitud positiva después de una dura recuperación. Pero el cinquero le toma
gusto a esta forma de vida y ya no la abandona nunca. No obstante, Gervaise
puede finalmente abrir su lavandería gracias a un préstamo: aunque ya existen
sombras en su existencia, todavía, cree ella, pueden ser superadas.
Pero el
ambiente en el que se desenvuelve una vida acaba afectando a las más férrea de
las voluntades. La lavandera multiplica sus esfuerzos para prosperar, consigue
hacerse con una gran clientela, pero es ella sola la que tiene que llevar
adelante el negocio. Su marido se ha convertido en una sombra de lo que fue: un
borrachín que se dedica a beberse los beneficios de la tienda. Zola es capaz
incluso de establecer el momento en el que Gervaise pierde las esperanzas de un
futuro digno, cuando su marido le da un beso forzado:
"La
había agarrado y no la soltaba. Ella se abandonaba, aturdida por el ligero
vértigo que le producía la ropa, sin molestarle el aliento a vino de Copeau. Y
el fuerte beso que se dieron en la boca, en medio de la suciedad de su oficio,
era como una primera caída en el lento abatimiento de sus vidas." (op.cit, pag. 201).
Una denuncia de la forma de vida del cuarto estado
La obra de
Zola es, como dictan los cánones del naturalismo, una transposición de la realidad
protagonizada por unos personajes absolutamente verosímiles, arquetipos de los
que se podía encontrar en cualquier barrio obrero parisino de la época. Así
pues, al describir la realidad sin ahorrar ningún detalle escabroso, La
Taberna constituye una certera denuncia
social de la forma
de vida del denominado cuarto estado: una existencia dominada por un
trabajo embrutecedor y mal pagado, en la que es difícil sustraerse a las
tentaciones de la bebida o de lo que ahora se denomina violencia de género. La
consecuencia de todo ello es el alcoholismo desatado, que acaba afectando a un
enorme porcentaje de obreros: la agonía final de Copeu, en un interminable delírium
trémens, es un ejemplo de escritura casi científica, que es el resultado de
observaciones directas en hospitales y lecturas especializadas.
El alcoholismo y los paraísos artificiales
El enorme
edificio en el que vive la pareja protagonista es una especie de microcosmos
donde los vecinos se vigilan unos a otros y cualquier avance social o económico
es objeto de envidias. Dentro del edificio, existen también estratificaciones
sociales, ciertas viviendas especialmente degradadas a las que van a parar los
que se encuentran en los últimos estadios de la miseria humana, una miseria que
se engendra principalmente en las tabernas, cuyo ambiente es magistralmente
descrito por Zola: al obrero le ofrece la posibilidad de un paraíso tan
artificial como efímero en su afán de olvidar la dureza de su existencia. Pero
aún dentro de la desgracia más absoluta, cuando se cae en la más profunda
degradación, Zola nos enseña que siempre se puede bajar un escalón más en la
adversidad. La historia de la vecina de Gervaise, una niña sometida a todo tipo
de vejaciones por su propio padre, es una de las más estremecedoras de las
muchas que cuenta el escritor francés y provoca el más profundo de los muchos
estremecimientos que el lector va a experimentar al enfrentarse a la novela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario