Llega el turno de comentar la novela que estamos tratando este mes en el club de lectura de la Biblioteca Provincial. Ha dado para discutir como pocas y ha sido motivo de un interesante (y subido de tono en el mejor sentido de la palabra) intercambio epistolar entre algunos miembros del club. Yo hago desde aquí mi humilde aportación al debate:
Ian McEwan es uno de los escritores más brillantes de una generación de autores británicos que cuenta con nombres tan importantes como Martin Amis, John Banville, Graham Swift o David Mitchell. Es conocido sobre todo por la que puede considerarse su obra maestra "Expiación", llevada al cine en una correcta versión por Joe Wright en el año 2007.
A
diferencia de la complejidad formal de "Expiación", donde una historia
de amor imposible daba pie a un discurso acerca de la culpa, la guerra y
sus terribles consecuencias, "Chesil Beach" es, en principio, una
historia mucho más breve y sencilla. Pero esta apreciación a primera
vista se disipa con su lectura, pues los temas de que se ocupa McEwan en
esta narración son importantes y complejos.
La novela nos sitúa a principios de los años sesenta. A la Segunda Guerra Mundial ya se le puede mirar a cierta distancia, pero el recuerdo de la dureza de la lucha y las consiguientes privaciones aún permanece. Nos encontramos al comienzo de una época de cambios. La música de los Beatles, el acceso a las drogas y la proliferación del amor libre van a socavar los cimientos de una sociedad que todavía se rige en gran medida por la tradición victoriana.
Pero todo eso va a suceder en el futuro inmediato, pues los protagonistas de la novela "eran jóvenes, instruidos y vírgenes aquella noche, la de su boda, y vivían en un tiempo en que la conversación sobre dificultades sexuales era claramente imposible".
Precisamente "Chesil Beach" va a hurgar en la llaga de la falta de educación sexual de tantos jóvenes inocentes que, siguiendo fielmente el consejo de las autoridades religiosas y académicas, llegan vírgenes al matrimonio. En el caso de Florence y Edward, los protagonistas, sin ni siquiera haberse contemplado desnudos.
Los españoles de la época pueden dar testimonio de lo que significaba la represión sexual institucionalizada. En un libro publicado precisamente en el año en que transcurre la novela, 1962, titulado "Vida conyugal y sexual", escrito por Valentín Moragás Roger y el doctor Federico Corominas y publicado por la editorial Gassó Hermanos con censura eclesiástica del Reverendo Padre Ramón Castelltort, el doctor Garmendia de Otaola nos advierte en el prólogo:
"Basta reflexionar sobre sí mismo y mirar con ojos avizores el mundo circundante para cerciorarse de que el tema "sexual" (...) es peligroso, es fuego devorador, tentación inmediata, irresistible claudicación, principalmente allá donde han desaparecido la educación, la urbanidad, los buenos modales y, sobre todo, la moralidad".
Y después de tan prometedor comienzo, el libro dedica uno de sus capítulos a la exaltación de la virtud de la castidad:
"La castidad es el amplísimo horizonte en que se proyecta el ser humano en su vida de necesidades físicas, en su calidad de ser moral, que obra con miras a fines cuyo término se divisa muy lejos, en la ruta que marca la línea del progreso por que discurre la existencia del hombre y de la Humanidad, es un momento psicológico y biológico".
Precisamente la educación sexual (o más bien la falta de ella), unido a la falta de comunicación con su madre (y algún ambiguo episodio con su padre), parecen ser los principales problemas de Florence, una mujer a la que el sexo le aterra y repugna a partes iguales. Su pareja ha conseguido tímidos avances en la lucha por conquistar su intimidad durante el noviazgo, pero, tal y como le exige la sociedad y el sentido común, espera a la noche de bodas para reclamar lo que considera suyo. Si la sociedad exige abstinencia hasta la noche de bodas, a su vez espera que los novios cumplan perfectamente con su papel en esas horas. Dicha expectativa sólo puede acabar en desastre.
El sexo repugna a la iglesia y a la moral tradicional como algo nefando, como algo sucio que debe ser manejado por el hombre ante la pasividad de la mujer, no con el fín de obtener placer, sino principalmente para procrear. Aunque hoy día el problema de una información sexual sana, fiable y sin prejuicios para los jóvenes dista mucho de estar superado y en muchas ocasiones los conflictos se plantean en términos totalmente opuestos a los de hace cincuenta años, la situación ha mejorado bastante.
El sexo ha dejado de ser el demonio y aunque desde los púlpitos se sigue vociferando en contra de la "dictadura del relativismo y del hedonismo", dichas advertencias parecen risibles en boca de quienes tienen un auténtico problema en el seno de su propia organización, pues parece que la castidad a veces no produce efectos tan virtuosos como se predica.
"Chesil Beach" puede leerse pues como una fábula acerca de los males que acarrea la vergüenza a la hora de enfrentarse a hechos biológicos de los que ha desinformado a generaciones enteras tachándolos de inmorales o antinaturales. Un homenaje a las personas para las que el sexo ha sido un sufrimiento antes que un placer, a los que no han sabido resolver sus problemas conyugales, a veces de sencilla solución, por no estar la sociedad en su conjunto preparada para hablar de ello.
Como es sabido, la causa ha sido siempre un clima de represión generalizada que sólo las más recientes generaciones están logrando superar.
La novela nos sitúa a principios de los años sesenta. A la Segunda Guerra Mundial ya se le puede mirar a cierta distancia, pero el recuerdo de la dureza de la lucha y las consiguientes privaciones aún permanece. Nos encontramos al comienzo de una época de cambios. La música de los Beatles, el acceso a las drogas y la proliferación del amor libre van a socavar los cimientos de una sociedad que todavía se rige en gran medida por la tradición victoriana.
Pero todo eso va a suceder en el futuro inmediato, pues los protagonistas de la novela "eran jóvenes, instruidos y vírgenes aquella noche, la de su boda, y vivían en un tiempo en que la conversación sobre dificultades sexuales era claramente imposible".
Precisamente "Chesil Beach" va a hurgar en la llaga de la falta de educación sexual de tantos jóvenes inocentes que, siguiendo fielmente el consejo de las autoridades religiosas y académicas, llegan vírgenes al matrimonio. En el caso de Florence y Edward, los protagonistas, sin ni siquiera haberse contemplado desnudos.
Los españoles de la época pueden dar testimonio de lo que significaba la represión sexual institucionalizada. En un libro publicado precisamente en el año en que transcurre la novela, 1962, titulado "Vida conyugal y sexual", escrito por Valentín Moragás Roger y el doctor Federico Corominas y publicado por la editorial Gassó Hermanos con censura eclesiástica del Reverendo Padre Ramón Castelltort, el doctor Garmendia de Otaola nos advierte en el prólogo:
"Basta reflexionar sobre sí mismo y mirar con ojos avizores el mundo circundante para cerciorarse de que el tema "sexual" (...) es peligroso, es fuego devorador, tentación inmediata, irresistible claudicación, principalmente allá donde han desaparecido la educación, la urbanidad, los buenos modales y, sobre todo, la moralidad".
Y después de tan prometedor comienzo, el libro dedica uno de sus capítulos a la exaltación de la virtud de la castidad:
"La castidad es el amplísimo horizonte en que se proyecta el ser humano en su vida de necesidades físicas, en su calidad de ser moral, que obra con miras a fines cuyo término se divisa muy lejos, en la ruta que marca la línea del progreso por que discurre la existencia del hombre y de la Humanidad, es un momento psicológico y biológico".
Precisamente la educación sexual (o más bien la falta de ella), unido a la falta de comunicación con su madre (y algún ambiguo episodio con su padre), parecen ser los principales problemas de Florence, una mujer a la que el sexo le aterra y repugna a partes iguales. Su pareja ha conseguido tímidos avances en la lucha por conquistar su intimidad durante el noviazgo, pero, tal y como le exige la sociedad y el sentido común, espera a la noche de bodas para reclamar lo que considera suyo. Si la sociedad exige abstinencia hasta la noche de bodas, a su vez espera que los novios cumplan perfectamente con su papel en esas horas. Dicha expectativa sólo puede acabar en desastre.
El sexo repugna a la iglesia y a la moral tradicional como algo nefando, como algo sucio que debe ser manejado por el hombre ante la pasividad de la mujer, no con el fín de obtener placer, sino principalmente para procrear. Aunque hoy día el problema de una información sexual sana, fiable y sin prejuicios para los jóvenes dista mucho de estar superado y en muchas ocasiones los conflictos se plantean en términos totalmente opuestos a los de hace cincuenta años, la situación ha mejorado bastante.
El sexo ha dejado de ser el demonio y aunque desde los púlpitos se sigue vociferando en contra de la "dictadura del relativismo y del hedonismo", dichas advertencias parecen risibles en boca de quienes tienen un auténtico problema en el seno de su propia organización, pues parece que la castidad a veces no produce efectos tan virtuosos como se predica.
"Chesil Beach" puede leerse pues como una fábula acerca de los males que acarrea la vergüenza a la hora de enfrentarse a hechos biológicos de los que ha desinformado a generaciones enteras tachándolos de inmorales o antinaturales. Un homenaje a las personas para las que el sexo ha sido un sufrimiento antes que un placer, a los que no han sabido resolver sus problemas conyugales, a veces de sencilla solución, por no estar la sociedad en su conjunto preparada para hablar de ello.
Como es sabido, la causa ha sido siempre un clima de represión generalizada que sólo las más recientes generaciones están logrando superar.
Miguel, muy interesante el enfoque que haces en tu artículo de suit 101, sobre la novela. Parece mentira que una novela tan corta de para tanto.
ResponderEliminarUn abrazo
L;)
Muy buen artículo, Miguel Ángel. Muy bien traído lo de los libros de "educación sexual" de la época, ya que forman parte también del argumento de la novela (y no era lo mismo 1962 en la España de entonces y en Gran Bretaña).
ResponderEliminarEn mi opinión hay otro asunto importante, aparte de la vergüenza y la no tan extraña repugnancia al sexo (masculino) de muchas mujeres, que es el tema del amor propio y la falta de intimidad psicológica (y no sólo física) entre dos personas jóvenes, inteligentes y bienintencionadas.
Pero como a la lectura del club aún le queda un repaso, igual vuelvo luego.
Muchísimas gracias a los dos. La novela, aunque inferior a otras del autor, trata un tema interesante y sobre el que quizá todavía no se ha reflexionado lo suficiente. Si ahora está de plena actualidad el asunto de los abusos a menores por parte de sacerdotes, a mí me parece también bastante penoso el hecho de que millones de personas se han educado en la represión al sexo y muchas de ellas no han podido superarlo.
ResponderEliminarA mí no me parece inferior a otras del autor. creo que es un acierto condensar toda una novela en torno a un solo episodio. Una torpeza estropeó la vida de dos jóvenes. Una torpeza que hoy no se habría dado, pero, en cambio, cuando el protagonista se aleja de aquel error de juventud y se ve inmerso en el mundo liberal y libertino de los años sesenta y setenta, no encuentra nada de valor para compensarlo. Echa de menos la gravedad y la inteligencia de su casi esposa perdida, las mismas cosas que los diferenciaban. Las dificultades que no pudieron superar.
ResponderEliminarO sea, que la vida no puede ser una fiesta y que la liberalidad de hoy en el fondo supone una banalidad. Hay que seguir corrigiendo.
La verdad es que en la novela el destino del protagonista se condensa en un solo momento, que le atormenta el resto de sus días, aunque de modo leve. Quizá tampoco supo encauzar él su existencia posterior. Nunca se sabe que decisión hubiera sido la mejor.
ResponderEliminarSaludos.