viernes, 1 de mayo de 2009
MAL DE AMORES (1995), DE ANGELES MASTRETTA. MÉXICO INSURGENTE.
(Libro comentado ayer en el club de lectura de la librería Cincoechegaray).
Son pocas las ocasiones, en los debates de un club de lectura, en que las posiciones son unánimes. Esta ha sido una de ellas: a todos nos ha decepcionado la lectura de este libro. A unos más y a otros menos, pero la sensación de pérdida de tiempo ha sido general. Y es que Mastretta cuenta en cuatrocientas interminables páginas lo que podía haber narrado en un cuento largo.
La historia de Emilia se me hizo un poco insufrible. La revolución está siempre presente como trasfondo pero ella vive su vida un poco al margen y solo se implica en ella cuando le apetece (como doctora, como mujer muy adelantada a su tiempo) y debatiéndose entre dos amores: Daniel Cuenca, un revolucionario ilustrado y aventurero, que la utiliza de vez en cuando para desfogarse y cuya situación le impide comprometerse, lo cual les viene bien a los dos, porque en realidad no se soportan y solo son compatibles a la hora de practicar sexo y el buenazo de Antonio Zavalza, un médico pacífico que representa para Emilia una vida ordenada y sin sobresaltos. Como se dice en la contraportada, "Emilia es una mujer que lucha por sus convicciones y se niega a renunciar a sus sentimientos, enfrentando las limitaciones impuestas a su condición femenina", es cierto todo eso, pero también lo es que su liberal familia le allana el camino y ni siquiera se inmuta cuando le pillan en la cama con Daniel. Todo son parabienes y buenos consejos. La casa familiar de Puebla permanece inmutable año tras año como refugio para Emilia, con sus bondadosos moradores siempre solícitos para atenderla.
Me recuerdan estos argumentos y esta escritura a obras de otras autoras latinoamericanas, como Isabel Allende o Laura Esquivel, con fórmulas parecidas: mujeres con pasiones desatadas, recetas o fórmulas mágicas siempre presentes (en este caso compuestos medicinales) y toques de realismo mágico, en el caso de Mastretta, leves pero siempre presentes.
Lo más interesante, el ruido de fondo de la revolución mexicana, que de poco sirvió para los humillados y ofendidos de siempre. Todo cambia para que todo siga igual, como decía Lampedusa. Este fragmento, leído por un compañero, es revelador:
"Temía lo irreversible, pero se empeñaba en moderar la precipitación de quienes aseguraban que un levantamiento en Puebla haría levantarse tras él a todo el país. No confiaba en quienes creían que sería fácil tomar cuarteles, asaltar tiendas, empujar huelgas, dejarse comer por la prisa y los excesos antes que por la mesura y las ideas. Ambicionaba la política, el quehacer político como el más generoso de los quehaceres, la paciencia y la razón por encima de la ira. Como Diego, desconfiaba de los hombres puros, de quienes estaban dispuestos a morirse y matar con tal de romper de una vez con el hábito de la paz que a él le resultaba tan preciado. No creía como otros que en México todo había sido igual los últimos treinta años. Creía que el sueño había sido traicionado, porque la vida siempre traiciona los sueños. La república con que había soñado su generación debió ser democrática, igualitaria, racional, productiva, abierta a las novedades y al progreso. Pero él había envejido viéndola convertirse en el reino de los grandes ricos, seguir siendo territorio de la desproporción y el autoritarismo. Era como cuando él nació, como cuando su abuelo luchó para librarla de la colonia española, una sociedad regida por el más necio catolicismo, guiada por fueros, privilegios y caciques." (pag. 193).
Si la novela hubiera seguido por esos derroteros, hubiera sido una lectura mucho más interesante. De la revolución mexicana hay algunas descripciones, pero pocos análisis. Lo que verdaderamente interesa a la autora son los sentimientos de Emilia. Y cuatrocientas páginas de sentimientos que rozan la novela rosa, son demasiadas.
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Lo que pasa es que personas como ustedes, con pensamientos machistas no se pueden hacer a la idea de que las mujeres al igual que los hombres pueden desdoblar sus sentimientos, Laura Esquivel y Ángeles Mastretta usan la historia de México como fondo para mostrar los sentimientos femeninos. Estas no son obras historicas, son novelas enfocadas en los sentimientos... Y puedo decirlo con propiedad pues soy Literata de profesión
ResponderEliminarNo creo ni puedo aceptar que se me llame machista porque no me guste un libro de Ángeles Mastretta. Eso es como si yo la llamara a usted intolerante al insultarme por no tener sus mismos gustos.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Es una novela decepcionante.La leí porque había ganado el premio Rómulo Gallegos.Ahora me pregunto cómo pudo el jurado elegir una obra tan mala.Con esa elección el premio se desprestiguió.Sus personajes no convencen para nada, parecen títeres llevados por su autora. Ruth, debes preguntarte más sobre lo que es literatura y estudiar averiguar con los que saben.
ResponderEliminarsi recordamos los tiempos en que se desarrolla la historia no era común el tipo de pensamiento en una familia a su vez es desconcertante que en este siglo sigan con mentalidades un tanto absurdas,creo que la autora aparte de plasmar sus raices trata con la lectura fomentar algunos valores ademas de que la vida puede ser tan sencilla;sin tantas complicaciones.
ResponderEliminaren esta lectura personalmente me gusto un personaje " milagros" no se preguntan x que no podemos ser como ella? aceptar que nos cuesta también resulta dificil. para concluir me parece una novela realista,con personajes igualmente y no c pasan la vida pensando en el que diran,solo a lo suyo.y si es buena o no sabremos respetar opiniones.