Quizá este es el mejor papel que ha interpretado Paul Newman junto al de esa obra maestra llamada El buscavidas. En Veredicto final encarna a Frank Galvin, un abogado alcohólico que ha echado por tierra su brillante carrera para acabar colándose en funerales con el fin de repartir su tarjeta entre los familiares del difunto. El desorden de su despacho es un reflejo de su caos interior, el de un hombre sin expectativas al que se le ofrece una inesperada oportunidad de redención cuando el único amigo que le queda le ofrece retomar un antiguo caso. Se trata de una mala praxis médica cometida por un poderoso hospital católico, que tienta al abogado con una cuantiosa indemnización para sus clientes, de la que él se embolsaría un jugoso porcentaje. Pero, contra toda lógica, prefiere ir a juicio cuando todas las circunstancias señalan que va a perder. Veredicto final retrata magistralmente la angustia de un hombre que está cayendo al fondo del más profundo abismo y que debe realizar un esfuerzo sobrehumano por sobreponerse a todos los errores cometidos, los pasados y los presentes. "No habrá más casos, este es el caso", se repite a sí mismo mientras emprende una carrera contra reloj para redimirse frente a sí mismo y frente a sus clientes. A destacar también el sorprendente romance que comienza con el personaje magistralmente interpretado por Charlotte Rampling, cuyo desenlace confirma que Galvin se mueve en un mundo sucio e inhumano. Uno de los mejores dramas judiciales de la historia en el que Sidney Lumet disecciona con precisión la angustia del perdedor.
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