Cuando interpretó por última vez a James Bond, Roger Moore tenía ya cincuenta y siete años. Hubiera sido buena cosa que la película hubiera reflejado la madurez del agente secreto y que esta circunstancia se reflejara en cierta decadencia física compensada por la experiencia. Pero Panorama para matar obvia esta realidad tan evidente y pone a Bond a realizar las proezas físicas habituales, incluyendo una pelea en la cima del puente de San Francisco y le asignan una pareja décadas más joven. No obstante, todo esto no quiere decir que esta entrega sea desdeñable. Se trata de una película muy disfrutable que presenta a uno de los enemigos más memorables de la saga, a ese Zorin interpretado por Christopher Walken, un tipo siniestro y psicópata cuyo origen es un experimento nazi. Si hay una escena destacada en Panorama para matar, esta es la de la torre Eiffel, desde el asesinato tan rocambolesco que se produce en su lujoso restaurante, hasta la persecución por sus escaleras y la culminación de la misma con un paseo automovilistico por la ribera del Sena. Aunque se le nota la edad, Roger Moore sigue componiendo al personaje muy dignamente, aunque, como es costumbre, siempre que puede aprovecha para aportar su peculiar sentido del humor al mismo. Pocos años después llegaría Timothy Dalton, que interpretaría a un Bond mucho más cercano al literario.
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