Con un estilo clásico marca de la casa, Eastwood entrega lo que parece en principio una historia de boxeo emparentada con Rocky, sobre una muchacha que sale de la nada y triunfa en el cuadrilátero. Pero, transcurrida más de la mitad de la cinta, Million Dolar Baby tiene reservado un giro inesperado, que convierte a la película en otra cosa, en una dura historia de redención y de decisiones imposibles. Porque, por motivos que desconocemos, el protagonista ha consumado una ruptura dolorosa con su propia hija, con la que trata de contactar, mientras establece una relación paterno-filial con su nueva pupila, una Maggie que, saliendo de la más extrema pobreza, demuestra poseer una sed infinita de triunfo que se verá truncada por el más desafortunado accidente. A partir de ahí, la religión, que ha ido asomando su influencia en el protagonista, se transformará en un factor capital a la hora de tomar la decisión de eliminar una vida que no quiere permanecer sufriendo en este mundo. Una historia oscura y magistral que nos habla de la condición humana y que bajo su aparente sencillez oculta muchas capas morales que el espectador debe ir desentrañando.
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