Gabrielle refleja el intenso drama provocado por una crisis matrimonial en pleno siglo XIX. La esposa hace amago de marcharse sin avisos previos y el mundo perfectamente burgués del esposo se desmorona, porque se ha puesto en duda su lugar en la sociedad. Conceptos como amor, desamor o sexo son expuestos por ambos miembros de la pareja en un combate singular y agotador. Él se conforma con guardar las formas y permanecer al lado de la que considera su mejor posesión. Ella se ha rebelado definitivamente frente a su papel secundario y se encuentra definitivamente desorientada. Chéreau entrega una película muy teatral a la vez que psicológica que no logra conmover al espectador, quizá por la frialdad de una puesta en escena que se transmite a los personajes. En cualquier caso la película es sostenida por dos gigantes de la interpretación como Isabelle Huppert y Pascal Greggory, que salen airosos del reto de transmitir sentimientos que han estado guardados durante muchos años.
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